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Aquel día 20 de abril, Sábado de Gloria el año 1878, celebrándose la Resurrección, el pueblo se disponía a vivir una jornada festiva. Descendían los ... telones que habían cubierto los retablos, y las imágenes quedaban libres de los negros paños que las habían tapado durante la Cuaresma. El fin de semana, el domingo 21 de abril, se presentaba propicio para la recuperación lúdica, después del periodo de luto vivido durante la Semana Santa, pero a falta de las redes sociales de nuestros días, a la velocidad del viento que azotaba la cornisa cantábrica la noticia corrió de puerto en puerto, haciendo que miles de personas, especialmente en Santander, Bizkaia y Gipuzkoa, se ubicaran en los malecones de cada muelle, fijando su mirada en un inquieto horizonte de aguas vivas que presagiaban innegable peligro para la gente de la mar, en aquel caso dedicada a la pesca del besugo, bonito, anchoa y sardina.
No conservándose prensa local de aquella fecha, puede leerse en el vespertino 'La Paz', (que se publicó en Madrid entre 1876 y 1878 para defender los Fueros al concluir las guerras carlistas, con redactores y colaboradores casi todos vasco-navarros), bajo el enunciado de «Los náufragos del Cantábrico», un telegrama recibido desde San Sebastián en el que se informaba de «un huracán que está recorriendo toda la costa, habiendo hecho zozobrar un bote de esta ciudad, tripulado por cinco hombres que han perecido». Según el telegrama, «un temporal ha sorprendido a las lanchas pescadoras sepultándolas en lo profundo del mar, llevando luto y desesperación a todos los puertos».
Más preocupantes eran los avisos llegados desde Santander, que hablaban de más de 56 náufragos fallecidos, o de Bilbao, «donde sólo en Bermeo las víctimas pasan de cien». 'El Imparcial' de la capital vizcaína cifraba en 14 las lanchas desaparecidas en este puerto, llevando 88 tripulantes a bordo. 'La Voz Montañesa' relataba cómo el sábado «salieron a la pesca 23 lanchas mayores, siete barquillas y una trainera, pero de forma inesperada unas ráfagas de viento huracanado arruinó la jornada, siendo pocos los que pudieron regresar a puerto», siendo similares las situaciones de Laredo, Suances, Castro...
1878
Se superaron las trescientas víctimas en la galerna más importante registrada el siglo XIX en el Cantábrico. San Sebastián registró cinco fallecidos, siendo en Santander y Bizkaia donde hubo más naufragios
'El Noticiero Bilbaíno' y 'La Correspondencia de Guipúzcoa' publicaron la siguiente relación de víctimas: «Santander 56, Laredo 36, Colindres 28, Lequeitio 7, Elanchove 48, Ondarroa 12, Bermeo 95, Mundaca 15, Algorta 2 y San Sebastián 5. Total, 314». La cifra oficial llegó a los 322 y cerca de 500 las embarcaciones perdidas. Los diputados de las tres provincias pidieron eximir por ocho años, a las familias de los náufragos, del pago de derechos de matrícula y demás impuestos que gravaban al gremio de mareantes y pescadores, al tiempo que se crearon comisiones y subcomisiones para estudiar iniciativas que económicamente acudieran en ayuda de los afectados, sucediéndose los relatos de heroicidad por parte de quienes consiguieron volver a tierra.
A raíz de esta galerna, catalogada como la peor del siglo XIX en el Cantábrico, se aceleraron los estudios sobre pronósticos meteorológicos y el medio más eficaz para que llegaran con rapidez a las tripulaciones. La reacción a la tragedia del donostiarra Ignacio Mercader, entonces presidente de la Sociedad Humanitaria de Salvamentos Marítimos de Gipuzkoa, fue «destinar uno de sus vapores para embarcar a los pescadores y remolcar sus lanchas hasta las calas donde debían faenar, regresándolos a puerto al terminar la jornada».
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