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A la ancestral costumbre de enterrar a las personas fallecidas fuera de los centros habitados, a partir del siglo XII el cristianismo acercó las sepulturas ... a las iglesias, en busca de los beneficios espirituales que pudiera aportar su proximidad a la Casa de Dios.
Los enterramientos se prodigaron primero dentro y luego fuera de los templos, hasta que se aprobó que las inhumaciones no se hicieran en lugares sagrados «salvo que fuera una persona de orden episcopal o de dinastía real». El presbítero Joaquín Ordoñez, enterrado en San Vicente en 1769, dejó escrito que «en San Telmo están enterrados más de treinta religiosos, pues era mucha la gente de las dos parroquias (San Vicente y Santa María) que querían el monasterio dominico como su última morada».
Por razones higiénicas, derivadas de las epidemias de comienzos del XIX, fueron cerrándose tanto el de Ulía, que había sido trasladado a San Francisco (hoy calle Iztueta), como, en 1868, el del Antiguo, y potenciar, a partir de 1822, el pequeño, y municipal, existente al amparo de la ermita de San Martín que, también debido a calamidades sanitarias, fue unido en 1855 al de San Bartolomé. Con relación a Ulía cabe citar que se propuso construir un cementerio en Puyo o Merkezabal, alto de Errondo, pero, aprobado este último lugar, se trasladó la idea a los arenales de Gros, aunque comenzadas las obras no solo tuvieron que ser paralizadas, al comprobarse que el terreno no era idóneo, sino que se presentó la máxima urgencia en la solución por una epidemia de cólera.
1878
El convento de dominicos de San Telmo era muy solicitado por los feligreses de Santa María y San Vicente. Razones higiénicas derivadas de continuas epidemias colaboraron a la evolución de los cementerios
El rápido crecimiento de la ciudad acercó el cementerio de San Martín al centro urbano, con grave peligro sanitario para sus habitantes, motivando que en 1875 los arquitectos Barrio y Goicoa proyectaron un nuevo camposanto en terrenos de los caseríos Tolare-Goia, Moskotegui, Tturkoene y Polloe, siendo inaugurado y bendecido en 1878. Casi una década más tarde, en 1887, por las calles San Martín y Easo, la Avenida y el puente de Santa Catalina, donde se despidió el cortejo, fueron trasladados a Polloe, en carrozas fúnebres, los restos de San Martín, «con los faroles encendidos y cubiertos por gasas negras, con grandes crespones colgando por doquier y prendas de luto entre la muchedumbre que esperaba en las aceras».
Mención especial requiere el Cementerio de los Ingleses, en Urgull, oficialmente inaugurado el año 1924, donde reposan mandos militares de la batalla de 1813 y de la primera guerra carlista (1833-1840).
Entre Mendizorrotz y el Pueblo de Igeldo, el arquitecto Nemesio Barrio diseñó en 1896 un cementerio en terrenos cedidos por el Ayuntamiento, construido con la ayuda de los vecinos que aportaron la piedra necesaria. Fue ampliado en 1919 y 1942. Entrando a la izquierda, es reseñable la lápida en la que se recuerda a los catorce frailes capuchinos del Colegio Captier (1903-1920) que fallecieron en Villa Eulalia (paseo Cristóbal Balenciaga), entonces residencia para ancianos de dicha Orden.
Más allá de la parroquia de San Marcial, en Altza, el año 1855, también por epidemias, se construyó el actual cementerio, reformado en 1909, 1926, 1940 y 1964. Estuvo dedicado a «personas católicas», pues en 1882 el Ayuntamiento de Altza solicitó del Gobernador «un cementerio, proyectado por el arquitecto Sebastián Camio, para el enterramiento de los disidentes de la religión católica, cerca pero separado por un muro del actual de católicos». El cólera de 1885 aceleró los trámites.
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