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Si alguien piensa que el conflicto entre hosteleros y Ayuntamiento por la ocupación de aceras para la instalación de terrazas es problema de nuestro tiempo, ... está muy equivocado. Podría decirse que es tan antiguo como los propios hosteleros (antes cafeteros), aceras (antes andenes) y terrazas (antes azoteas con o sin mesas vestidas, es decir, con mantel).
La cosa comenzó a ponerse fea cuando el gobernador civil, Jimeno de Lerma, autorizó a los cafés para tener abiertas sus puertas, a diario, hasta las dos de la madrugada y que no las cerraran los días que había corrida de toros.
Las dificultades no hubieran sido mayores de no ser porque, ¡oh, casualidad!, el alcalde había ordenado todo lo contrario. ¿A quién debían obediencia los cafeteros? Los más importantes, los cafés Europa, La Marina, El Norte, Alameda... decidieron acatar las órdenes del gobernador, motivo por el que, como era de esperar, recibieron la 'receta' del Ayuntamiento participándoles que habían sido agraciados con una multa de 50 pesetas por no haber cerrado a la una, como marcaban las ordenanzas municipales.
1888
Cuando el Ayuntamiento multiplicó por cinco las tasas por la ocupación que los cafeteros hacían de las aceras. «Hay cafés que solo por las mesas en verano ganan 30.000 reales», dijo el concejal Laffitte.
Y no dispuesto a ceder, para más inri, el Ayuntamiento dijo aquello de que si no quieres taza, taza y media, y colocó en el tablón de anuncios la noticia de que se multiplicaban por cinco las tarifas por ocupación de terrazas pero, como es frecuente que ocurra, nadie lo leyó.
El 8 de agosto de 1888, los hosteleros montaron en cólera y cuando acudieron al alcalde este les contestó: «Haber presentado alegaciones mientras las nuevas tarifas estuvieron expuestas al público».
Así fue que el Pleno municipal, que comenzó eligiendo a los vocales de la Junta municipal y estudiando los planos de la cárcel que estaba construyéndose en el Antiguo, pronto entró en el debate que ocupó gran parte de la sesión: la ocupación de aceras.
Los cafeteros advirtieron de que perderían dinero y el concejal Iribas ya les dijo que, aunque quería apoyarles, el Ayuntamiento obraba de acuerdo con la legalidad. El concejal Echeverría, por su parte, expuso que algunos cafés estaban dispuestos a retirar las mesas de las terrazas y el también concejal Laffitte le contestó que «con lo que ganan, seguro que ninguno retira una sola mesa».
Altube, el concejal, sugirió a los de los cafés que la solución estaba en que subieran los precios, algo a lo que se negó Laffitte, insistiendo en que «deben pagar el perjuicio que causan a los peatones».
Y dijo el alcalde: «Los presupuestos fueron aprobados por la Junta». Y dijo Laffitte: «En los nuevas cuentas se consignan 5.000 pesetas como ingresos por este concepto, en lugar de las mil anteriores». Y dijo Iribas: «Aprobar los presupuestos fue fácil, ahora hay que considerar la opinión de los afectados». Y dijo Laffitte: «Hay cafés que solo por las mesas en verano ganan 30.000 reales».
Horas de discusión en el Pleno, antes de que el alcalde, Gil Larrauri, pusiera fin a la discusión: «El nuevo impuesto ha sido aprobado por mayoría y así se mantendrá, sin perjuicio de que para el próximo año económico se tengan en cuenta las reclamaciones expuestas por los cafeteros». El 10 de agosto de 1888, 'La Voz de Guipúzcoa' publicará que «Parece ser que los cafeteros, como protesta, han acordado retirar, desde hoy, las mesas de las aceras».
Y sin colorín ni colorado, el conflicto, en sus distintas versiones, se prolongó en el transcurso del tiempo.
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