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No cuentan las crónicas si la decisión tomada por Esteban Matute fue improvisada o, fantaseando, resultó una reacción a la centenaria tradición de poner en ... libertad a un preso en tiempos cercanos a la Semana Santa.
Quizá, ¿por qué no?, viendo que ese año no había sido él el elegido, se puso manos a la obra y decidió pasar a la historia como el primer preso que se escapaba de la cárcel de Ondarreta, al año de haberse inaugurado, cuando estaba a punto de ser trasladado, en cuerda de presos, al penal de Alcalá de Henares.
Aquel 13 de abril de 1891 la ciudad estaba entretenida visitando, en Miracruz, el acueducto que se había caído sobre las vías del ferrocarril, interrumpiendo el tráfico ferroviario con Pasajes, siendo, seguro, el principal tema de conversación en el concierto del Boulevard donde la Banda de Música interpretaba 'El año pasado por agua'.
1891 Cárcel de Ondarreta
Al año de su inauguración, tal día como el de hoy, se produjo la primera fuga en la cárcel Modelo de Ondarreta. Por curiosidad, amor propio o afán de justicia, la original huida movilizó a las 'fuerzas vivas' de la ciudad
Pero toda esa atención dispensada a lo que ocurrió ayer domingo, hoy, lunes 13, quedó sustituida por las noticias que llegaban desde el Antiguo, cuando se tuvo noticia de que «un pájaro ha volado de la cárcel de Ondarreta». Cuando se verificó el recuento diario, los vigilantes se dieron cuenta que nadie respondía al ser llamado, en voz alta, Esteban Matute.
Por si se había quedado en su celda, los funcionarios acudieron a examinarla pero encontraron la puerta cerrada y su interior vacío: ¿por dónde había huido Matute, condenado a dos años y cuatro meses de prisión por robar 500 pesetas en la fábrica de cerillas de la viuda de Zaragüeta? Unos y otros responsables repasaron las instalaciones del edificio, sin encontrar fallos ni huellas que dieran una pista sobre cómo se había producido la escapada hasta que, el sabueso de turno, se fijó en la pequeña ventanilla de la puerta por la que se entregaba la comida a los presos y preguntó «¿El preso es delgado?». Efectivamente: era delgado, tan delgado que se escabulló a través de ella.
Por si acaso, fueron detenidos los dos vigilantes que estaban a cargo de la galería y como se supo que «por allí, a esas horas, había pasado un cochero con su coche de caballos», también fue detenido. Se suspendió de empleo y sueldo al administrador de la cárcel, por no haber previsto que «por aquella ventanilla entraba una persona».
No se sabe si por curiosidad, amor propio o hacer justicia, 'las fuerzas vivas' se esforzaron para dar respuesta al suceso: mientras que los «inspectores de la secreta», García y Pitard, fueron destinados al caso, también se puso en marcha el 'periodismo de investigación', encargando 'La Voz de Guipúzcoa' a sus «dos reporteros más sagaces» que siguieran «a los secretas». Al día siguiente, en los mentideros de la ciudad se comentaba haber visto a una pareja de la guardia civil conduciendo a un joven por la Avenida de la Libertad y que, seguramente, era el fugado… pero no. Los periodistas, bulos al margen, siguieron a los policías cuando les vieron dirigirse Hendaya en un tílburi.
Uno de ellos les informó haberle visto desde Irún en la orilla opuesta del Bidasoa, pero cuando fueron a por él le perdieron de vista. Los gendarmes de Hendaya avisaron a los de San Juan de Luz y Bayona, donde el inspector P. J. Doux movilizó a todo su personal.
Un sargento del barrio de Saint Esprit dijo haberlo visto sentado en un banco de la plaza y el ex-administrador de la cárcel, Pedro Fernández, se ofreció a recorrer todas las tabernas de Bayona hasta llegar a un debit-restaurante de la calle Den Hallen. Fernández entró y allí encontró a Matute quién, acostumbrado a verle siempre con uniforme, no le reconoció de paisano. Así fue capturado.
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