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A pesar de la bondad climatológica de la jornada, a las cinco y media de la mañana todavía el horizonte permanecía en tinieblas cuando en ... la calle empezaba a notarse cierto movimiento de personas, no habitual a estas horas del día. Los más retrasados, terminaban de colocar colgaduras en sus balcones y se daban los últimos toques al follaje, mástiles, banderas, gallardetes y coronas de laurel «produciendo, en su sencillez campestre, un gran efecto artístico a la plaza».
Se trataba de consagrar, inaugurar en lenguaje laico, el templo del Buen Pastor, construido por el arquitecto Manuel Echave, debiéndose la torre al también arquitecto Ramón Cortázar. La liturgia, siguiendo el ritual establecido y con la sobriedad propia del caso, fue desarrollándose en el interior de la iglesia, hasta que, terminada la ceremonia «íntima», a las diez de la mañana, comenzó la andadura de la nueva parroquia con una misa rezada que contó con la presencia de la familia real.
En el atrio esperaba el Ayuntamiento en Corporación, con traje de gola, maceros, silbos y tamboril, junto a autoridades civiles y militares y representantes de corporaciones, instituciones, congregaciones y asambleas religiosas.
1897
Tal día como el de hoy se celebró la solemne ceremonia de bendecir la que sería catedral de San Sebastián
Entre el disparo de cohetes y el repicar de campanas, las bandas del Municipio y del Regimiento de Valencia se encargaron del protocolo musical mientras, bajo palio, esperaba el clero presidido por el arcipreste Martín Lorenzo Urizar, junto al dosel regio de terciopelo rojo levantado en la fachada.
Por la tarde, cuando ya anochecía, la ciudad presenció «uno de los espectáculos más imponentes e indescriptibles». Todos los balcones del recorrido ostentaban vistosas colgaduras e iluminaciones para presenciar el paso de la procesión conmemorativa de la consagración.
Abría la marcha la banda municipal de música seguida por infinidad de feligreses con velas encendidas y el clero, llevando el Santísimo, bajo riquísimo palio, el obispo de Vitoria, Mariano Miguel López. Un potente foco eléctrico, instalado en la torre, proyectaba luz sobre el grupo del palio, al tiempo que una línea de farolillos venecianos marcaba la silueta del templo y una cruz, formada por lámparas, remataba el edificio.
Marcaba el reloj las once de la noche cuando, entre cohetes y chupinazos, «como vulgarmente se dice, la plaza -llamada del Buen Pastor desde abril del año anterior- ardía de júbilo», con las músicas de la banda militar, bailándose «agarrados de lo lindo».
El Buen Pastor, catedral desde 1949/1950, costó 1.400.000 pesetas debiéndose, aquel día, 600.000: 500.000 a pagar en obligaciones al 4% y 100.000 al contratista.
Se necesitó medio año para retirar las aguas del Urumea que cubrían el terreno y hasta en tres ocasiones fue necesario cambiar el Plan General para ubicar el templo que, originariamente, tuvo distintos emplazamientos, anulados porque sus propietarios no cedieron a las pretensiones de construir casas donde se planificaba una iglesia. La futura catedral sustituyó a las dos instalaciones provisionales de la calle Urbieta, con la protesta del párroco de Santa María que solicitaba su clausura, en cartas dirigidas a los periódicos, «porque no está rematada por una cruz sino por un pararrayos».
Cita curiosa puede resultar el que la consagración se hizo bajo la advocación del Sagrado Corazón, teniendo que cambiar el nombre, años después, porque con igual denominación ya estaba en marcha la iglesia de los Jesuitas, en la calle Garibay.
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