
Corría el año 1912 cuando los habitantes de Igeldo, que apenas sumaban 170, demostraron que uniéndose podían hacer grandes cosas como, por ejemplo, reconstruir su ... escuela que, construida en 1887, se encontraba «en un estado lamentable». Todos a una se ofrecieron a trabajar en el arreglo del edificio que, diseñado por el arquitecto Nemesio Barrio, constaba de piso bajo destinado a niños y otro principal para niñas, además de habitación para el celador del barrio. Tras la reforma, se ampliaron sus dependencias además de construirse un gran pórtico, y tan bien se administraron los dineros que habiéndose presupuestado 14.690,02 pesetas sobraron 1.500.
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La experiencia debió de ser buena cuando volvieron a plantearse el unir fuerzas para conseguir algo que venían reivindicando desde hacía años: un frontón. El más cercano que tenían era el del Antiguo y hasta él debían acudir cada vez que por fiestas o afición celebraban partidos. El 24 de mayo de 1911 el alcalde pedáneo, José Manuel Iraola, ya se había dirigido al Ayuntamiento, concretamente al presidente de la Comisión de Fomento, haciéndole ver lo difícil que resultaba para los igeldotarras «practicar el viril deporte vasco», añadiendo que, como habían hecho con la escuela, estaban dispuestos a hacer con el frontón: «Colaborar activamente en su construcción».
En los archivos municipales puede leerse que «los vecinos de este barrio formularon varias razones acerca de la necesidad que se sentía en dicho lugar de distraerse con un frontón», ofreciéndose «a depositar al pie de la obra 80 metros cúbicos de piedra de mampostería». Cierto que no se trataba de construir las pirámides de Egipto, pero llevar tanta piedra por unos caminos prácticamente inexistentes, en carros arrastrados por unos bueyes que apenas podían moverse en el barro, y todo «a base de alubias», es decir, «con fuerza y a mano», fue, dicen las crónicas, misión complicada.
No habiendo recibido contestación el mes de septiembre, a su voluntaria oferta añadieron más: «Nos prestamos a hacernos cargo del peonaje y acarreo del material»… y en octubre ya estaban sobre la mesa los planos realizados por
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el arquitecto Juan Alday. El presupuesto fue de 1.508 pesetas, ofreciéndose el Ayuntamiento a pagar 1.500. ¿Las 1.500 que sobraron de la escuela? No había problema, Víctor Mendizábal, presidente de Fomento, anunció que ya había incluido dinero en el capítulo de las próximas fiestas de San Pedro e Igeldo tendría frontón.
Comenzaba el año 1912 cuando varios concejales se acercaron para elegir el terreno y en febrero comenzaron a trasplantarse los ocho árboles que estorbaban. El arquitecto Domingo Aguirrebengoa recordó que se acercaba la fecha y que seguía sin recibir dineros para las obras, momento en el que los vecinos recordaron aquellas 1.500 sobrantes. La Comisión de Obras aceptó la sugerencia vecinal, llegó una hormigonera y, aunque se pasaron 750 pesetas en el gasto, para cuyo pago se pidió un crédito, los igeldotarras pudieron inaugurar frontón en las fiestas de San Pedro, celebradas el 29 de junio de 1912.
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Curiosamente, sin relación con lo ya citado, siete años más tarde se inauguró en el Parque de Atracciones «un frontón para señoritas pelotaris», con el fin de potenciar y dar relevancia «a la importancia de la mujer en el juego de la pelota vasca».
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