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Fuera cual fuese la cuantía en metálico que se ofreciera como regalo en cualquier concurso, en el mundo de los adultos el premio más codiciado ... era el coche y en el de la grey infantil la muñeca y la bicicleta. Desde la Nines catalana de finales de XIX y la de composición Effanbee de los años veinte, pasando, entre otras muchas, por la Mariquita Pérez de los treinta, la Barbie y Famosa de los 50 y 60 o la Nancy de los 70 y el Pimpollo de los 80, llegamos a las de nuestros días sin que falten personas veteranas que coleccionan o recuerdan con nostalgia las peponas de antaño.
Se comentaba hoy, 2 de agosto de 1919, que la mismísima reina María Cristina había acudido hasta la Escuela de Artes y Oficios (hoy oficinas de Correos, en la calle Urdaneta) para visitar la Exposición de Muñecas organizada a beneficio del Dispensario Santa Isabel. Hacía varios años que no se celebraba pero, en esta ocasión, tratándose de un fin benéfico, muchas fueron las damas de la alta sociedad que dejaron sus muñecas.
1919
Mercado de San Martín, Escuela de Artes Oficial y Gran Kursaal albergaron las exposiciones de muñecas. La Casa Tiffany decía que «ya han pasado los tiempos de las muñecas zafias, imitaciones de niñas bobaliconas»
«Se trata –se escribió en la prensa local– de una interesante colección de escenas de fantasía y de muñecas muy lindas, vestidas con verdadero primor por conocidas señoras y señoritas de nuestra sociedad, considerándose pequeñas joyas que llaman la atención por su buen gusto». Se pudieron ver dioramas representando 'Espatadanzaris', 'Romántica reunión de bañistas en la playa', 'Las Meninas', 'Cuentos de hadas', 'Escenas parisinas' y una larga lista de figuras sueltas.
No faltaron visitantes que recordaron la primera exposición instalada en el Mercado de San Martín, allá por el año 1904. En aquella ocasión se quiso recrear la historia del vestido, con especial atención a los países más exóticos, reproduciendo, en amplios escenarios, escenas de distintas épocas en las que lo mismo podía verse el baile de un minué, que un rico salón de Carlos IV o la recepción de un cardenal.
Se contaba en los corrillos que la idea surgió entre «linajudas damas de la sociedad, cuando se reunían en los aristocráticos 'tea rooms', o en la terraza del Gran Casino. mientras en Alderdi Eder el mundo infantil jugaba con cochecitos, pousse-pousse, triciclos, bicicletas, cestitas, charrettes y toda clase de carritos que, en ocasiones, por un módico precio, eran tirados por cabritas o carneritos». Con estos recuerdos se llegó a una tercera txanda de exposiciones que comenzó el 10 de septiembre de 1934.
Celebrada en el Gran Kursaal y organizada por la Asociación de la Prensa. Se trataba de «verdaderas alhajas cedidas por embajadas y Cámaras de Comercio de Suecia, Yugoslavia, Inglaterra, Bélgica, Italia, Chile, Portugal, Francia, Argel, Argentina, Suiza y Alemania». Cada una ellas costaba más de 500 pesetas y se exhibieron algunas cedidas por el presidente de la República, presidente de las Cortes, ministros y diputados, así como las realizadas por las modistas donostiarras, «demostrando así el evidente buen gusto y la delicadeza de las obreritas de la aguja».
La Casa Tiffany anunció la presentación en San Sebastián de una «pimpante colección de sus primorosas muñecas, no faltando morenas, rubias, castañas, gentiles marquesitas e ingeniosas pastoras» porque «ya han pasado los tiempos de las muñecas zafias, imitaciones de niñas bobaliconas».
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