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Estamos acostumbrados, lamentablemente, a escuchar palabras malsonantes en los estadios de fútbol. Parece que en el precio de la entrada esté incluido el derecho a ... gritar insultos de grueso calibre. Sólo nos llaman la atención los que tocan a lo que no es políticamente correcto en cada época, como ocurre ahora con el racismo y la homofobia.
Antaño, sin embargo, llamaban la atención, y desagradaban, tacos de cualquier tipo y quizás más suaves. A ellos se refería una carta firmada por Ramón Ríos que publicó el periódico 'El Pueblo Vasco' el 20 de marzo de 1925. La titularon 'Foot-ball y obscenidad' y la recuperamos un siglo después...
«En ninguno de los días de los cuarenta y cinco años que tengo de edad he oído pronunciar, a voz en grito, en espacio público, el número de palabras tan 'ricas' de asco, de asco de alcantarilla; palabras que alcanzan el supermáximo del vivo rojo de la ordinariez, como las que he oído en Atocha en tardes próximo pasadas».
«Muchas, incontables veces, allí me he preguntado: ¡Dios mío!... ¿Estoy en la culta y encantadora ciudad de San Sebastián o... dónde, dónde estoy? ¿Es posible que los encargados de velar por la pública moral, y con más celo cuando está presente la mujer, factor éste que sin él... maldita la poesía que yo encontraría en Atocha ni en ninguna parte, es posible, repito, que los encargados de aplicar 'penalty' a los sinvergüenzas puedan tomar a gracia y a 'gala' lo que sirve al forastero de dato capital para juzgar el grado de cultura que tiene un pueblo?».
Hace cien años, con una tendencia protectora hacia lo que se denominaba sexo débil, veían la presencia de espectadoras como el argumento definitivo para luchar contra los tacos en Atocha...
«Desde que la mujer puede ser concejala, y fumar cigarros de la Arrendataria o egipcios, o llevar la melena a lo Colón o a lo Romeo, y economizar tela a cambio de encontrar una pulmonía cuádruple, tal parece que los fanáticos del 'foot-ball' desean a todo trance que tengan también 'oídos' como las ahijadas de los carreteros».
El autor de aquella carta increpaba a algunos: «Respetad a las mujeres, fanáticos del diablo; dedicad al silencio vuestras frases de hachas y machetes, al menos cuando os halléis entre ellas. Ya que la mujer acrece el esplendor de esa fiesta que tanto os gusta, arrojad a los pies de ellas, entre sonrisas y frases delicadas, no breza sino lo que se merecen: flores, muchas flores, cuantas más flores podáis».
Y terminaba aquel lector llamando a la acción contra las palabras malsonantes en Atocha a personas y sectores concretos: «Señor gobernador, señor alcalde, policía y miqueletes donostiarras, empleados de la Real Sociedad de Foot-ball, público correcto: 'penaltys', muchos 'penaltys' a los profanadores del correcto hablar».
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