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1923 | Un árbitro «enemigo» robó a la RealPerder ante un rival cercano siempre duele. Si encima es por un penalti injusto, no digamos. Esto le ocurrió hace un siglo a la Real ... Sociedad, en su enfrentamiento contra los iruneses del Real Unión en Atocha, que terminó con un amargo empate a uno.
Asordep, en su crónica en 'La Voz de Guipúzcoa', resumía la situación así el martes 23 de octubre de 1923: «El campo Atocha resultaba insuficiente para contener al público que acudió al match. La Real Sociedad jugó mucho y bien, pero con desgracia manifiesta, quedando empatados ambos equipos». La larga crónica del partido, firmada por Beti-Alai, no podía ser menos «alai». Empezaba en tono sombrío...
«Entristecidos y verdaderamente amargados, vamos a cumplir hoy con nuestro deber de informar al público. Entristecidos y amargados, porque nos duele todo lo que suponga injusticia. Y anteayer, en el campo de Atocha, se cometió contra nuestra primera entidad deportiva no una injusticia, sino aún más, un incalificable atropello, del que fue principal culpable el Colegio de Arbitros de Guipúzcoa, y autores materiales los señores Rasero, Bidagor y Escoriaza, todos ellos pertenecientes a dicha entidad, y que anteayer, en su representación, oficiaron como juzgadores del match Real Sociedad-Real Unión».
1923
«En Atocha, se cometió contra nuestra primera entidad deportiva no una injusticia, sino un incalificable atropello, del que fue principal culpable el Colegio de Árbitros de Guipúzcoa, y autores materiales los señores Rasero, Bidagory Escoriaza»
No se andaban con chiquitas a la hora de acusar en 1923... «La Real Sociedad, víctima una vez más de su tradicional hidalguía, dejó en manos de la Federación, y ésta del Colegio de Arbitros, la designación de referée, una vez que los señores Sampere y Montero notificaran su imposibilidad de desplazarse. Nunca podía sospechar la Real Sociedad que ella, defensora y amparadora del prestigio de los árbitros guipuzcoanos, se viera tan mal pagada por éstos, que sin previo sorteo y arbitrariamente designaron a su más caracterizado enemigo nada menos que para que dirigiera su contienda decisiva, la que podía hacerle perder o confirmar su título de campeón regional».
Joaquín Rasero, el árbitro designado, «había publicado, redactados por él, varios violentos artículos en contra de la Real». Se temían lo peor, y eso que, según escribió Beti-Alai, «la superioridad del equipo donostiarra sobre el irunés fue manifiesta e incontrastable». Pero tenían al árbitro en contra.
En la primera mitad, aseguraron en 'La Voz de Guipúzcoa', los donostiarras «fueron castigados con un penalty a todas luces injusto, por cuanto que Arrillaga, que al parecer del árbitro fue el infractor, entró a impedir un centro con las manos y brazos completamente cerrados contra el cuerpo, y de rebote el balón rozó ligeramente su brazo por la parte superior. El señor Rasero se apresuró a pitar el penalty, que fue tirado por René, rechazándolo Zulueta, pero no lo suficientemente que impidiera a René» recuperar el balón y meterlo en la red.
Poco antes, «el propio René zancadilleó por la espalda a Urbina en momentos en que éste tenía asegurado el primer goal para la Real Sociedad», pero el árbitro no lo vio. La Real apenas consiguió empatar el partido en la segunda parte, con tanto de Urbina. La crónica detallaba numerosas ocasiones en que el juez perjudicó al equipo donostiarra e incluso el hecho de que este pitase el final del partido cuatro minutos antes del tiempo reglamentario.
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