
La calle de la memoria
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La calle de la memoria
1923 | «El pueblo aclamó al nuevo matrimonio»Por las calles de San Sebastián desfilaba ayer tarde en traje de ceremonias lo más distinguido de la sociedad donostiarra y visitante», podía leerse en ' ... La Voz de Guipúzcoa' el 8 de septiembre de 1923. ¡Y nosotros con estos pelos! Pues nada, asomémonos como podamos a aquella «boda distinguida» celebrada hace un siglo y felicitemos a los contrayentes, Ramón Peironely y Mariacho Aguirrebengoa.
Vivamos el enlace al viejo estilo, patente en la redacción de la crónica que tomamos de 'La Voz de Guipúzcoa', donde indicaban que «el punto de convergencia era la iglesia matriz de Santa María. El atrio de la hermosa parroquia presentaba a las cuatro y media de la tarde precioso aspecto». Un horario que cien años después se nos hace extraño...
«Los invitados al enlace Peironcely-Aguirrebengoa llenaban el atrio. Tras las filas que ellos formaban limitando el camino por el que habían de pasar los novios y padrinos, el pueblo se asomaba con júbilo. Mariacho Aguirrebengoa y Guereca, la bella damita donostiarra, atraía por su bondad y su simpatía al pueblo».
1923
Hace cien años se celebró en Santa María una «boda distinguida», la que unió a Ramón Peironcely y Mariacho Aguirrebengoa. Ella llegó al atrio «irradiando belleza y simpatía, vestida primorosamente con traje nupcial de telas, encajes y flores»
Pero antes de que apareciese «la bella damita» debía llegar el novio, que por ahí viene... «Con la madrina, abuela materna de Mariacho, la respetable señora doña Gregoria Buenechea, viuda de Guereca, llegó el novio don Ramón Peironcely y Puig de la Bellacasa, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos».
Ya surge la figura de ella... «Mariacho, irradiando belleza y simpatía, vestida primorosamente con traje nupcial de telas, encajes y flores premiosas, llega al atrio acompañada por el padrino don Ramón Peironcely, ilustre sub-director de la Compañía de los ferrocarriles M.Z.A.».
Entramos en el templo: «Los tubos del órgano lanzan las notas de una marcha nupcial, mientras los novios, con sus padrinos y testigos, llegan al altar mayor, en el que la virgen del Coro, patrona de Donostia, aparece rodeada de flores y luces. El virtuoso e ilustrado sacerdote don Celedonio Múgica, representando a su hermano el obispo electo de Pamplona, se encarga de la ceremonia y da la bendición a los novios».
En aquella 'boda del año' en San Sebastián, los curiosos aguardaban la salida de la iglesia: «Cuando la feliz pareja apareció en el atrio, después de la ceremonia, el pueblo aclamó al nuevo matrimonio».
El nivel de contrayentes y acompañantes era tal que debió de parecerles vulgar un banquete y prefirieron... un té: «Los nuevos esposos e invitados se trasladaron al Hotel María Cristina, donde se sirvió un espléndido té, y cuando el nuevo matrimonio se retiró para tomar el automóvil que había de conducirlos a Ondarraiz, desde donde seguirán su viaje de novios, la gente joven empezó a bailar».
El cronista se excusaba en 1923. «Citar nombres de invitados es labor difícil: no habría memoria ni carnet capaz de anotarlos, máxime rodeado de tanta belleza. Recordamos a vuela pluma: viuda de Aguirrebengoa, Guereca, señores de Mercader, de Ugalde, Insausti de Aguirrebengoa, Peironcely, Puig de Bellacasa, Lozano, Garín, Harriet, Domínguez, Usabiaga, Lazcano, Machimbarrena, Elósegui, Beruete, Odriozola, Ardanza, Aristiguieta, Oliván, Carrasco, Alustiza, Rezola y... muchas más».
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