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Hasta que se adecentó un poco, se le dio salida y se le otorgó el rango de calle en el año 1947, Arroka era un ... callejón inhóspito en la zona de Amara Viejo. «Parece pertenecer a un poblacho de los más inmundos», afirmaban en 'La Voz de Guipúzcoa' el 10 de enero de 1924.
Aquel periódico donostiarra de tendencia republicana dirigió hace un siglo un texto al alcalde, Vega de Seoane, para llamar su atención sobre lo que consideraban «una de las escasas pero dolorosas lacras urbanas de nuestra ciudad, que tan justamente se enorgullece de su pulcritud».
Apuntaban ya entonces esa diferencia entre la realidad del centro de la ciudad y sus barrios periféricos: «Comprendemos que los servicios y los cuidados que se tienen por la policía urbana en el Boulevard o la Avenida no se pueden tener en el barrio de Eguía, o en Lugáriz y otros extremos de la ciudad. Pero no puede establecerse esa diferencia hasta el punto de que haya partes de la población completamente abandonadas, como si fuesen del todo extrañas a una urbe de tantas pretensiones».
Y llegaban así hasta el entonces callejón de Arroka: «Hemos tenido necesidad de atravesarlo una de estas noches, y aquello es una verdadera causa de bochorno para el Municipio».
1924
En Amara Viejo, Arroka aún no era un callejón sin salida del que nadie se ocupaba. «Causa verdadero bochorno»: El suelo estaba hecho un lodazal, no había alumbrado público y la basura salía volando por las ventanas.
Aquello era hace un siglo como la boca del lobo...
«El pavimento, en estos días de lluvia, es un lodazal indecente, y para completar las negruras del cuadro, la obscuridad es casi completa.
El 'casi' procedía de que en mitad de la semioscuridad «lucen en todo el callejón dos o tres bombillas mortecinas, colocadas en los portales de algunas casas particulares, y éste es todo el alumbrado que allí existe».
Entonces, en el año 1924 en el que nos situamos, aún no se había levantado el frontón que se hizo en 1925 en esta zona por la que se repartían algunas casas de vecinos y pequeñas fábricas. La describían así en el artículo que recuperamos, del 10 de enero de 1924...
«Allí hay vecindad y hay centros de trabajo como la fábrica de calzados del señor Tello, la fábrica de corsés de los señores Posso y el lavadero mecánico; y las gentes que transitan por allí se exponen a muchas cosas, y ninguna de ellas buena».
Para rematar la estampa, «quienes viven por allí nos dicen que por ventanas y balcones arroja cada cual lo que quiere, y que hay quien ha recibido alguna vez sobre la cabeza un buen pedazo de hígado podrido». ¡Qué asco!
«Parece que la causa de semejante abandono –apuntaban en 'La Voz de Guipúzcoa'– estriba en que el referido callejón no es vía municipal sino un tránsito de propiedad particular». Ya fuera como responsable directamente del callejón o de su vigilancia, emplazaban al Ayuntamiento donostiarra a terminar con el bochorno y «limpiar y alumbrar aquello».
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