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En «la más completa obscuridad», un disparo salió de la frondosidad del monte Urgull. Hirió en la mano a un joven. ¿Qué misterio se escondía ... detrás?
Nos trasladamos hasta aquel pequeño suceso de hace un siglo leyendo lo que publicó el periódico 'La Voz de Guipúzcoa' tal día como el 23 de agosto de 1924...
«La noche pasada, a las doce dadas, cuando iban en dirección de su casa, en el Urgull, el vigía y un sobrino suyo llamado Santiago Lázaro, barbero de oficio y de 22 años de edad, sonó un tiro y repentinamente Santiago se sintió herido en la mano izquierda».
1924
Pasada la medianoche, regresaban a su casa en Urgull el vigía y su sobrino, cuando «sonó un tiro y repentinamente Santiago se sintió herido en la mano izquierda». ¿Qué había ocurrido? ¿Estábamos ante una venganza?
«Como en aquellos parajes –explicaban hace cien años– reinaba la más completa obscuridad, no pudieron averiguar de dónde había partido el disparo, ni tampoco vieron huir a nadie, ni hacer ningún registro en el monte, ante el temor de que secundaran el golpe, si se trataba de una venganza personal».
La situación era extraña, pero lo primero era atender la mano del herido...
«El vigía y su sobrino bajaron a la ciudad y dieron cuenta de lo ocurrido al primer guardia que encontraron, que fue el de la calle Mayor, marchando enseguida a la Casa de Socorro de la calle San Marcial, donde el herido fue curado de una lesión que presentaba en el segundo espacio interdigital de la mano izquierda, producida por disparo de arma de fuego, marchando después Santiago Lázaro a su domicilio, en estado satisfactorio».
¿Quién y por qué le había disparado? En 'La Voz de Guipúzcoa' apuntaban una hipótesis que podía resolver el enigma...
«No se sabe si el hecho obedece a una venganza, pero el vigía relaciona lo ocurrido con un atraco de que fue víctima hace tiempo, a consecuencia de cuya denuncia ingresaron varios sujetos en la cárcel, y bien pudiera ocurrir que el disparo que hirió a su sobrino fuera dirigido contra él».
Pues podría ser, aunque no hallemos confirmación a la historia.
Tras aquella noche extraña, si seguimos la crónica de sucesos nos encontraremos con que al día siguiente coincidieron dos atropellos a niños...
«A media mañana circulaba por la calle de Zabaleta un automóvil de la matrícula francesa, guiado por su propietario, que hace días se halla veraneando en San Sebastián, en el preciso momento en que a la niña Rafaela Aguinaga, de ocho años de edad, se la ocurrió cruzar entre dos coches que se hallaban parados, sin ver al de matrícula francesa, que avanzaba en su marcha y que arrolló a Rafaela». Su padre le llevó en coche a la Casa de Socorro, donde le apreciaron fractura de clavícula y otras heridas.
«Cerca de las dos de la tarde, en la Avenida de la Libertad, otro automóvil, cuyo conductor ha sido detenido, atropelló al niño José Abad, de seis años de edad».
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