Expectación por ver volar al pájaro con aspas. Kutxateka
La Calle de la Memoria

1930| El autogiro De la Cierva

Javier Sada

San Sebastián

Domingo, 11 de agosto 2024, 02:00

Cada año se trataba que la Semana Grande ofreciera algún aliciente que atrajera la atención del respetable y en 1930 la noticia era que, el ... día 12 de agosto, Juan de la Cierva haría una exhibición sobre la bahía de La Concha con el autogiro que acababa de inventar.

Publicidad

Habían pasado seis años desde que Alejandro Spencer lograra volar a 25 metros de altura con el primer autogiro que despegó en el aeródromo de Getafe, pero De la Cierva consiguió superar todos los fracasos habidos en las tentativas por hacer funcionar un helicóptero: sencillamente, sustituyó la hélice sustentadora movida por el motor, por otra que debía su movimiento a la acción del viento y, tras dos años de ensayos, consiguió la deseada estabilización.

Procedente de Biarritz, tripulado por el propio aviador-inventor y tardando menos de media hora, el domingo día 10, después de volar sobre La Concha y el Paseo Nuevo, aterrizó en el aeródromo de Lasarte, donde esperaban el presidente y directivos del Aero Club donostiarra. Para el día siguiente, 11 de agosto, estaba prevista una exhibición en el propio aeródromo lasartearra, incluso ofreciéndose a llevar algún que otro intrépido pasajero. Allí estaban los gobernadores, autoridades varias, directivos de clubes aéreos, representantes municipales... pero el tiempo jugó una mala pasada.

1930

La novedad de este año fue la exhibición de un artilugio de vuelo que podía parar en el aire y bajar verticalmente. Entusiasmado, el público que acudió a Lasarte invadió el campo ovacionando al ingeniero inventor y volador

El cielo se encapotó, hubo chubascos y todo aconsejaba suspender el vuelo, pero «el señor De la Cierva, en atención al público que había pagado una módica cantidad de dinero, que se destinaría al fin benéfico que decidiera el alcalde, quiso corresponder y sacó el artilugio del cobertizo donde estaba guardado».

Publicidad

Todo fue en vano: se encendieron hogueras para ver la dirección del viento, se atoró la bomba de aceite y el mecánico aconsejó 24 horas de aplazamiento. «Aunque el Real Aéreo Club de Guipúzcoa, tan solo había hecho de intermediario con el señor De la Cierva, sin ser responsable del espectáculo, ofreció la devolución del dinero a quienes no quisieran reservarlo para el día siguiente». Quienes optaron por aceptar el cambio no se arrepintieron porque De la Cierva, después de hacer unas pruebas por la mañana volando con pasajeros sobre la bahía de La Concha, llevó adelante la demostración anunciada en las instalaciones del Hipódromo, con las tribunas abarrotadas de gente.

A la hora anunciada se encendieron las necesarias hogueras en el campo y el aparato, después de recorrer unos pocos metros, se remontó majestuoso con sus características aspas que le daban aspecto de extraño pájaro y, alcanzados los 150 kilómetros por hora, llegó a pararlo por completo, descendiendo verticalmente de forma suave y controlada, demostrando el importantísimo papel de las aspas que con su rotación sostenían el aparato.

Publicidad

Al aterrizar, el público que abarrotaba las tribunas, entusiasmado, invadió el campo ovacionando al ingeniero-volador. Tras nuevas exhibiciones y pruebas de difícil realización, superadas con éxito, en los siguientes vuelos ocuparon el asiento «como viajeros», entre otros, el comandante Julio de los Ríos, Moreno Caracciol y el duque de Estremera.

Para quienes gustaran de otras actividades, este año, por vez primera, la sociedad Beti Aurrera se sumaba a la Semana Grande organizando fiestas en la plaza Arzac-enea, en el Alto de Miracruz, con dianas, gaiteros, bailables, concurso de toca en la sidrería de José Machain y concurso de bolos en la de la viuda de Anabitarte.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad