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Fue allá por 1877 cuando el interés por la educación musical llegó al Salón de Plenos de la antigua casa consistorial, en la plaza de ... la Constitución, donde bajo la presidencia del alcalde José Antonio Tutón se acordó crear la Escuela de Solfeo.
Se mantuvo durante la presidencia del también alcalde José María Insausti que, en 1879, ocupando tan alto cargo Juan María Errazu, se convirtió en la flamante Academia Municipal de Música, siempre con la colaboración de, entre otros muchos nombres imposibles de citar en su totalidad, el violinista Fermín Barech, el organista José Juan Santesteban o el compositor Raimundo Sarriegui.
Cuéntase en los viejos archivos municipales que las clases comenzaban el 15 de octubre y terminaban el 31 de mayo, dándose como mínimo una hora al día y que para dicha tarea fueron nombrados un director, un subdirector y seis músicos solistas.
Al alumnado se le cobraba 2,50 pesetas en concepto de matrícula, cantidad que se devolvía cuando el curso era aprobado y no se habían producido más de veinte faltas sin justificar, correspondiendo a los concejales de la corporación municipal el presidir los exámenes de solfeo elemental y superior, y a la Comisión de Fomento distribuir premios a los más destacados.
Para tan ímproba labor se destinaron 1.140 pesetas anuales: 540 para sueldos más 250 de gratificación al director y 150 al subdirector, así como 200 para premios y material. Además de solfeo, en la academia «se enseñaba armonía y composición, piano, órgano, canto, violín y viola, violonchelo, contrabajo, madera y metal», siendo muy esperados los conciertos que en distintas ocasiones ofrecían los alumnos «para que el público pueda apreciar sus adelantos».
1933 «Porque la música es la alegría del pueblo», el año 1877 el Ayuntamiento acordó crear una Escuela Municipal de Solfeo
Hace noventa años se inauguraron las instalaciones en el local anexo a las Escuelas de Amara
Quienes desde 1594 tienen por patrona a Santa Cecilia por decisión del papa Gregorio XIII, el año 1886 tuvieron nuevo motivo de satisfacción al acordarse por el Ayuntamiento crear la Banda Municipal de Música de San Sebastián, formada por 62 miembros que cobraban tres pesetas al día, «para mantener un entrenamiento o espectáculo constante durante la temporada de verano que satisficiera tanto al paisano como a los muchos forasteros que visitan esta ciudad».
Ante tanta actividad, «el viejo caserón del Instituto de la calle Garibay» pronto quedó pequeño y, ya entrados en el siglo XX, el proyecto de habilitar un nuevo espacio para el Conservatorio, en la calle Easo, espacio anexo a las Escuelas de Amara, fue encargado al arquitecto Juan Alday.
Así fue como tal día como el de ayer, 7 de octubre de 1933, la historia de la música en San Sebastián comenzaba una nueva e importante andadura: quedaba inaugurada la nueva sede del Conservatorio Municipal. La obra de hormigón fue realizada por Iturralde y Mendía y la empresa aragonesa La Veneciana se encargó de puertas y ventanas, consiguiéndose un lugar donde prevalecía la claridad con numerosas aulas y sala de conciertos. El tercer piso se destinó a Escuela de Declamación Vasca y una amplia dependencia para la Banda Municipal.
Consistió el acto inaugural en un concierto ofrecido «por los jóvenes que han terminado brillantemente sus estudios músico instrumentales en el Conservatorio», destacando por sus premios extraordinarios el violinista Gurruchaga, el violonchelista Antonio García y el pianista Galdona, siendo dirigidos por quien sería su director, el maestro Ariz. Aquel primer curso se matricularon 730 alumnos.
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