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Una maravilla digna del Gran Casino. El kiosco inaugurado hoy, 31 de mayo del año 1900, «resulta elegante y engrandece la belleza de los jardines ... que preside». Construido con arreglo a los planos del arquitecto Luis Aladrén, «el trabajo ha sido realizado por el acreditado mecánico señor Luzuriaga».
Cierto que su inauguración fue «a medias», porque faltaba la segunda parte, «a construir cuando acabe el verano»: consistía el remate de la obra, «merced a un procedimiento ideado por el señor Luzuriaga», en el cierre de todo el kiosco con una vidriera, «de forma que cuando llueva, la orquesta quedará resguardada de la lluvia».
Se presentaba el kiosco a la ciudadanía al tiempo que en la playa los obreros empezaban a colocar los pilotes de madera «que han de servir para instalar las cuerdas necesarias para el amparo de los bañistas durante la temporada de verano».
1947
El 31 de mayo del año 1900 se inauguró el kiosco que durante décadas presidió la fachada del Gran Casino
El 14 de julio siguiente se instaló la iluminación a base de arcos voltaicos y, por el efecto que causaba la bola dorada que lo remataba, pronto fue bautizado como «La tapadera».
La inauguración oficial tuvo lugar el domingo 15 de julio con un concierto a cargo de la orquesta del Gran Casino y... las alabanzas se convirtieron en críticas por «el horno que supuso para los músicos, dando el sol sobre la techumbre de cristal que aumentaba la fuerza de los rayos solares causándoles el efecto de sufrir una lluvia de fuego».
Y lo que fue un símbolo de la ciudad, punto de reunión y escenario de importantes festivales, pasado medio siglo resultó ser «ese trasnochado mamotreto que afea Alderdi Eder».
El año 1938, el Consejo de Administración del Casino aprobó su reversión al Ayuntamiento. En 1941 se planteó trasladar la Casa Consistorial y desde 1947, año en el que se tomó posesión del edificio, lo que fue Gran Casino se convirtió en la flamante residencia de quienes gobiernan el Municipio.
No fue sencilla la adaptación, llevada a efecto por el arquitecto Arizmendi y merecedora, se escribió, del aplauso de la mayoría. «Ha sido necesario suprimir el antiestético kiosco para conseguir una magnífica terraza». Se abrieron nuevos accesos, nuevas escaleras y nuevas farolas y las pesadas rotondas laterales, «verdaderas fortificaciones por su aspecto y consistencia», fueron sustituidas por construcciones mucho más ligeras, y «el viejo kiosco será ahora la entrada principal de la Casa Consistorial, reservada para las grandes solemnidades».
En «los bajos del Ayuntamiento», así conocidos al ser anunciados como lugar de bailes, se abrieron dos «coquetonas» salas de exposiciones. Las primeras abiertas al público fueron para exponer obras de Zuloaga, arte sacro y maquetas de la futura Ciudad Deportiva de Anoeta.
Aunque sin kiosco, la «terraza del Ayuntamiento», siguió siendo, durante varias décadas, marco ideal y casi central de las actividades festivas desarrolladas durante la temporada estival y, principalmente, en Semana Grande. Definitivamente, el edificio de la ruleta, el de los caballitos y el bacarrat había desaparecido, y en los pasillos donde León Trotsky soñó con revoluciones; Jean Patou, Paul Poiret y Cocó Chanel exhibieron sus últimos modelos y Mata Hari expió a diestro y siniestro, ahora el murmullo de las gestiones burocráticas sustituía a los valses, minuetos, rigodones y demás canciones picarescas.
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