
Se imaginan auténticas carreras entre autobuses y trolebuses, con aceleramientos y adelantamientos para ocupar la primera posición? Pues algo así es lo que veían hace 75 años por las calles donostiarras.
Lo leemos en la sección 'Saski-naski' de EL DIARIO VASCO el 24 de agosto de 1948: «Las carreras de motor, en circuito, resultan siempre ... interesantes; pero en las calles ofrecen un peligro bastante serio. Decimos esto a propósito de esas competencias o carreras que se organizan entre los autobuses que quieren adelantar a los trolebuses y entre el trolebús que quiere adelantar al autobús».
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1948
Hace 75 años criticaban en el diario «las carreras que se organizan entre los autobuses que quieren adelantar a los trolebuses y entre el trolebús que quiere adelantar al autobús». Todo un peligro por las calles de la ciudad
Las calzadas donostiarras parecían vivir las 24 horas de Le Mans con tanto trajín entre vehículos de transporte público. Y, como escribía Txibirisko en 'Saski-naski', «estas competencias no están bien ni medio bien, pues además de poder ser causa de accidentes, significa molestias para los viajeros que esperan a tomar los vehículos».
«Además, ¿qué adelanta con pasarse en esos recorridos tan cortos si tienen luego que esperar en las paradas? Vayan, pues, como deben hacerlo, puesto que son la misma empresa, uno detrás de otro, y adelántense al final del trayecto, según convenga, pero nunca en una competición de velocidad por las calles de la ciudad».
Aquella extraña dinámica de adelantamientos entre autobuses y trolebuses de la Compañía del Tranvía de San Sebastián se producían al poco tiempo de haber entrado en funcionamiento nuevos trolebuses. El 19 de julio la línea Venta Berri-Igueldo había pasado de ser cubierta mediante tranvías a hacerse con nuevos trolebuses.
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También hace 75 años, comentaban al respecto: «Ya que hablamos de trolebuses, hay que consignar el maltrato sufrido por los coches a pesar del escaso tiempo de funcionamiento. Están poco limpios; en algunos no suenan los timbres para mandar parar; en otros, el linóleum, o lo que sea, del piso, está ya roto y puede el viajero tropezar al apearse. Es una lástima que nos hace temer que veamos prontos a estos coches tan bien presentados con un aspecto idéntico al de los vetustos tranvías».
«Y diremos también que los trolebuses deben parar por completo para la subida y bajada de los viajeros. Porque hay sitios como en la Concha, donde no se detienen del todo, obligando a los usuarios a subir y bajar en marcha».
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Pues sí que resultaba complicado manejarse en aquellos trolebuses donostiarras. Ya no sobre vehículos públicos sino privados, se preguntaban en agosto de 1948. «¿Por qué se consiente que haya muchos coches y camiones que tienen la calle por garaje y lavadero de los mismos? (...) Y así vemos vehículos estacionados debajo o entre discos de estacionamiento prohibido y lavarlos y limpiarlos en plena calle. Eso no está bien».
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