La calle de la memoria

1949 | La «ducha» que cae del Juzgado, mayor que las cataratas del Niágara

«Hay una, sobre todas, que por sí sola llenaría hasta los topes todos los embalses habidos y por haber. Es la instalada en la calle del Triunfo, en el tejado del Palacio de Justicia. Pedir más agua, más tenazmente vertida y en mayores proporciones sería pedir gollerías. ¡Y pensar que la dan de balde! Las mismísimas cataratas del Niágara a su lado son una insignificante regata».

Exageraba un tanto aquel artículo de 75 años atrás contra las goteras callejeras procedentes de las fachadas de los edificios.

«Ya puede haber cesado de llover –aseguraban con sorna–: los canalones insisten y persisten en la ducha permanente a los transeúntes. Sería muy larga la relación de todos y cada uno de estos 'servicios públicos gratuitos', que no sabemos por qué no se citan en las guías de la ciudad, siendo como son un alarde de lo perfectamente montados que tenemos en San Sebastián los baños al aire libre, sin contar los de la playa y todavía los de la piscina. Es que, en cuestión de higiene, no hay quien nos tosa».

Y añadía el afilado articulista en 1949 que los peatones «al recibir el inesperado chorro de agua fría se enfadan porque les ha empapado y echado a perder el traje. Pero, si reflexionan, pasada la primera rabieta, comprenderán que es por su bien, por su salud. Reaccionarán y se sentirán más ágiles y fuertes. Aún haciendo cuentas, salen ganando: ¿qué vale un traje comparado con el bienestar físico?».