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En aquel tiempo en que los teléfonos públicos se extendieron, en forma de cabinas y de aparatos situados en cafés y bares, a alguien se le ocurrió la idea de aprovechar otros espacios públicos e instalarlos también ¡en los váteres!
Algunos no acababan de ver eso de hablar por teléfono cerca de personas evacuando sus necesidades fisiológicas y acaso con un 'perfume embriagador'. El 4 de diciembre de 1949 escribía sobre el tema Txibirisko en su columna 'Saski-naski'...
«Los teléfonos instalados, para el servicio público, en los evacuatorios de la ciudad, nos parecen mal colocados. Es feo, desagradable y mal oliente que, lo mismo señoras que caballeros, tengan que bajar allí para hablar por teléfono».
La iniciativa era, desde luego, cuestionable: «No sabemos cómo, pero sí creemos necesario y conveniente que esos servicios del teléfono estuvieran fuera de los evacuatorios. La solución no es un problema tan difícil, y confiamos en que se ponga un poco de voluntad para encontrarla», pedían hace 75 años.
Por cierto, que hoy en día echamos mucho en falta, no los teléfonos públicos, que los móviles han acabado con ellos, sino los evacuatorios públicos, que escasean en San Sebastián más que las viviendas asequibles. Pero volvamos al pasado... y a los malos olores. El mismo 4-XII-1949, comentaban en 'Saski-naski' otro asunto de esos en que los de la capital miramos por encima del hombro a los pueblerinos...
«El otro día, en uno de los departamentos del ferrocarril, los viajeros advirtieron que en Alsasua un aldeano metía en el coche nada menos que un cerdo vivo, de unas cinco o seis arrobas de peso». Alguien se quejó a un empleado de Renfe, pero este, encogiéndose de hombros, contestó: «Es que hoy es día de mercado en Villafranca...».
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