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Tres mataderos, tres, había en San Sebastián. El de Amara, construido en 1898 por Lorenzo Arteaga en terrenos de Arroca comprados por el Ayuntamiento a ... Santiago Erro, dedicado «a corderos, cabritos y aves» hasta que en 1904 se suprimió esta actividad «porque ya había uno igual en la Parte Vieja». El de aves, en la Subida al Castillo, hoy Cofradía Vasca de Gastronomía, emplazado detrás de la iglesia de Santa María, y el Público Municipal de Manteo, construido en 1887 en la finca de Semoriya, sustituyendo al que estaba cercano a San Vicente.
Es a este último al que se dirigían los rebaños de ovejas que casi a diario recorrían el barrio de Gros ignorando el triste final que les esperaba. Así era cuando tal día como el de hoy, 5 de julio… de 1949, encontramos comentarios en EL DIARIO VASCO relacionados con «los sustos que pasan los corderos en la calle Iparraguirre».
Contábase que en torno a las calles Miracruz e Iparraguirre era frecuente sufrir un desagradable especialísimo olor, que no era producido por alguna industria que empleara ingredientes indeseables, ni siquiera específicamente por los rebaños que por ellas pasaban, sino por la orina de los corderos.
1949
Hasta siete rebaños de ganado lanar y vacuno, llevados a pastar en Morlans, tenían su aprisco en el barrio de Gros
Lo contamos tal y como lo cuenta el cronista: «El rebaño que va conducido al matadero llega desde Iztueta por la calle Iparraguirre. Camina en bloque, apelotonado. Pero al llegar a la calle Miracruz se encuentra con el estrépito de los tranvías, y la trepidación que producen los referidos vehículos asusta a los mansísimos animalitos, se encogen de miedo y surge el fenómeno fisiológico, tan compañero del miedo, que determina la micción».
Ahí estaba el porqué de la peste odorífera. La molestia de los comerciantes y de quienes vivían en los pisos bajos. El Ayuntamiento debía tratar de paliar el mal olor ordenando al Cuerpo de Limpieza que, además de regar la calle todos los días, lo hiciera cada vez que pasaba un rebaño.
Estaba claro que de alguna manera había que llevar a los animales, «es imposible hacerlo en avión o autogiro», y al ganado lanar debía añadirse el vacuno, que «en ocasiones produce desmadres y estampidas con los correspondientes sustos del vecindario».
El alcalde, Javier Saldaña, acababa de dar una conferencia en el Círculo Cultural y, abarcando el tema, trató sobre la gran reforma urbana que estaba prevista en el barrio de Sagüés, «bochorno de la ciudad», y que debía comenzarse con la construcción de un nuevo matadero que permitiera resaltar los muchos valores de la zona.
A raíz de estos comentarios, comenzaron a llegar cartas a los periódicos con quejas e información sobre el paso del ganado por todo Gros. Resulta, escribía un lector, que no solo se trata de la conducción de los rebaños sino que «en la actualidad hay hasta siete grandes rebaños, nada menos que siete, que tienen su aprisco en el barrio de Gros, a los que, diariamente, se lleva a pastar hasta las inmediaciones de la fábrica de Gas, en el barrio de Morlans. Pasan por la avenida de Francia, puente de María Cristina y paseo de los Fueros, volviendo por las calles Iztueta e Iparraguirre».
Tampoco faltaban comentarios, todavía minoritarios pero que hoy serían muy aplaudidos, en los que se lamentaban por «el triste espectáculo de ver terneras, poco menos que recién nacidas, llevadas al sacrificio en holocausto de nuestra gula».
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