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Durante muchos años, desde chicos, entre los pantoques de las lanchas y los vaporcitos, se han hecho veteranos» y, el 16 de julio de 1950, ... se reunieron en número de 120 para hablar de los reumas que les impedían saltar a proa o virar un cabo con presteza sin, por ello, perder el humor, su sentido náutico y el amor a la mar.
Hoy, como todos los años, vendrían arrantzales de «Pasajes, Orio, Guetaria, Zumaya y Motrico para, con los de San Sebastián, asistir al homenaje ofrecido por la Junta que les hará entrega, a cada uno, de una libreta de ahorro con 540 pesetas, para que dispongan de ella durante el año, a razón de 45 mensuales, para vasito de vino y tabaco».
Casi veinticinco años antes, cuando todavía no había Seguros Sociales, el comandante Nardiz y Fernando Saizar, habían creado la «Junta de Homenaje a la Vejez del Marino en Guipúzcoa», la primera de su género que se conocía en nuestros lares, que contaba con la colaboración de la Comandancia de Marina, la Cofradía de Mareantes, instituciones, armadores y particulares.
1950
El menú servidoen Gaztelubide incluía hasta pollo porque la gente dela mar necesita buenas comidas. Se les entregabauna libreta de ahorro con 540 pesetas,«a razón de 45 al mes, para vasitode vino y tabaco»
La Caja de Ahorros Provincial les entregó un jersey como regalo, la Caja de Ahorros Municipal unos calcetines, y todos salieron luciendo «la boina de Casa Elósegui». Con ella se acercaron a la bahía para ver las regatas de trainerillas pero, en esta ocasión, se quedaron con las ganas: el mal tiempo impidió su celebración. Donde no llovía fue en su próximo destino: la Sociedad Gaztelubide «para comer bien, porque, ¡no faltaba más¡, habrá hasta pollo, que la gente de la mar necesita buenas comidas».
Su veteranía, durante el almuerzo, les permitía compartir conocimientos sobre el tiempo que haría los próximos días, donde estaría la pesca y, cuando arribaban los pesqueros, saber de antemano el volumen de las capturas.
Un tema obligado de conversación fue el aparatoso incendio ocurrido ayer en Pasaia. Un cohete lanzado desde Trintxerpe, con motivo de sus fiestas del Carmen, llegó hasta el almacén número 1 de la Junta de Obras del Puerto, «donde se verifica la carga y descarga de los barcos», destruyendo más de mil toneladas de esparto y pasta de papel, por un importe superior a los tres millones de pesetas.
Entre agasajos y noticias como la del incendio, el espíritu también tenía varios lugares donde refugiarse. Los arrantzales acudieron a Misa en Santa María, los Bomberos, celebrando a su patrona, a la iglesia de los Carmelitas con posterior desfile de sus efectivos motorizados (y almuerzo en el Bodegón Anastasio), y en los barrios donde se festejaba a la Virgen del Carmen, en las correspondientes parroquias.
Hasta la década de los sesenta, fue muy concurrida la procesión de los Carmelitas. La participación era femenina casi en su totalidad, contaba con varios pasos, hermandades y congregaciones, y discurría por las calles Pedro Egaña, Urbieta, Avenida y Easo. En esta ocasión fue presidida por el obispo de Vijayapuram (India), fray Ambrosio Abásolo. «visitaban la iglesia hasta las doce de la noche, podían ganar indulgencia plenaria». Egia, Añorga y la Jarana desarrollaron su habitual programa festivo, no faltando dianas, sokamuturras, cucañas, comidas y bailables.
Concluyamos recordando lejanos años en los que llevar un pendiente en la oreja significaba haber hecho un viaje a América, y cuando en la escuela náutica se cantaba 'Mari Andresen. Mari Andresen, Kokotza. Lau libra ta. Lau libra ta. Bost ontza¡'.
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