
Más allá de la Parte Vieja, donde habitualmente se ubica la historia donostiarra, existen barrios como el de Añorga, antaño vinculado con el mundo rural ... y más tarde con la fábrica de cementos, cuyo origen, según cuenta Luis Murugarren en su libro 'San Sebastián-Donostia', es anterior a la propia fundación de San Sebastián en el siglo XII, mencionando a sus vecinos entre los primeros que poblaron la actual capital guipuzcoana.
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Sin ir tan atrás en el tiempo, limitándonos a los episodios de principios del XIX, el apellido Añorga lo encontramos cuando se cita a Juan Agustín Añorga como asistente a las famosas Juntas de Zubieta, el año 1813, y a Manuel Vicente Añorga, reelegido Jurado de la Comunidad en dichas juntas. Tomás Joaquín Añorga fue alcalde en 1822 y regidor del 23 al 25, y José María Añorga, regidor en 1826, 1830 y 1832.
Dando saltos en el tiempo, nos plantamos en el día de hoy del año 1952 cuando la Comisión de Fiestas, culminando el programa de las fiestas de la Virgen del Carmen, informó a los pelotazales sobre las novedades del barrio en el mundo de la pelota vasca, «estando en su punto culminante los campeonatos organizados por Jolas Echea, en las modalidades de mano (individual categoría única y parejas, veteranos, primera, segunda e infantil) y pala corta (parejas, primera, segunda e infantil)».
1952
Las finales de pelota de las fiestas del Carmen estaban «en su shalsha», pero los periódicos hablaban más del Tour. Visitando el recinto festivo, el cardenal Roncalli aplaudió con «gran complacencia y satisfacción todo lo que veía»
El campeonato se iba desarrollando teniendo como campeones en mano a Unanue-Calvo y Eléxperu-Berasategui, y José Antonio Rezola y Antonio Igoa en pala corta. José Antonio, con sus catorce años, «venía imponiéndose ostensiblemente a los más encopetados palistas de la localidad».
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Fausto Coppi ganaba al pasar el Tour por los Pirineos, pero lo que interesaba en el barrio era que, entre las parejas que jugaban en la liguilla de veteranos Azcárate-Collantes, Echaniz-Echeverría y Arizmendi-Goldaracena había cierta incógnita, porque seguían empatados a puntos, pendientes de la final a celebrar durante las fiestas. «Así, pues, la cosa está en su propia shalsha».
Lástima que en aquellos años los periódicos locales apenas tenían 4, 6 u 8 páginas, ocupadas en su mayoría por temas nacionales e internacionales y, en deporte, por el Tour de Francia, impidiéndonos conocer el final del torneo, pero sí el ambiente que en Añorga se respiraba en torno a cuanto ocurría en su frontón.
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También sabemos que por la mañana del día 16 hubo solemne misa mayor en la parroquia, cantando el coro parroquial, procesión con la imagen de la Virgen, «con asistencia del alcalde accidental, Fermín Rezola, el Consejo de Administración de Cementos Rezola, autoridades y todo el vecindario». En la iglesia se cantó el himno de la parroquia de Nuestra Señora la Virgen del Carmen, compuesto por el maestro César Fuentecilla, «con letra en vascuence de Manuel Lecuona».
Terminados los actos religiosos, se colocó la primera piedra del nuevo Salón de Cine, «que tendrá una capacidad para unas 500 o 550 personas», se entregaron los premios de la Escuela de Aprendizaje Cementos Rezola y se ofreció una brillante exhibición de bailes vascos.
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Si de aquella época quedó un año para la historia, fue el de 1954 cuando el cardenal Roncalli, en 1958 elegido Papa con el nombre de Juan XXIII, acudió a las fiestas de Añorga. Se interesó por los partidos de pelota que estaban celebrándose en el frontón y recorrió el recinto festivo, «aplaudiendo con gran complacencia y satisfacción todo lo que veía».
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