
Arraigada, pero lejana, estaba aquella época en la que los donostiarras se distinguían por ser 'jatorras', 'koshkeros' o 'josemaritarras'. La globalización local los estaba unificando ... y cada vez resultaba más difícil su identificación: apenas llegaba al 40% el número de habitantes de San Sebastián nacidos en la capital guipuzcoana.
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No se trataba de que los 'koshkeros' de San Vicente y los 'josemaritarras' de Santa María fueran cada vez menos sino que, unidos todos ellos a los bautizados en las otras cuatro parroquias que había en la ciudad, seguían siendo una minoría minoritaria.
San Sebastián crecía a gran velocidad. Contaba 115.000 habitantes (aproximadamente) en 1950; 135.000 en 1960; 165.000 en 1970; 175.000 en 1980... y 190.000 en nuestros días.
1952 Más del sesenta
por ciento de los habitantes de San Sebastián habían visto su primera luz lejos de la Concha
Hoy, 11 de junio de 1952, Ignacio Ramírez, recordaba en El Diario Vasco que «más del sesenta por ciento de los actuales vecinos de San Sebastián, vieron su primera luz lejos de la Concha» cuando, apenas dos generaciones antes, sumaban entre un 80 y un 90 por ciento.
Venía a cuento el recurrir a la estadística porque estaban próximas las fiestas de San Fermín, y «los 17.000 navarros que residen en nuestra ciudad se disponen a celebrarlas». (Amplia información de Mikel Gurpegui en 'La Calle de la Memoria' del 7 julio de 2011).
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«Mucho navarro» decían los unos y «mucha historia» recordaban los otros, precisamente cuando estaba reciente la conmemoración del octavo centenario de la fundación de San Sebastián «por el rey de Navarra, Sancho el Sabio, que dio a Donostia su Fuero de Población».
De la misma forma que la «vox populi» vinculaba a los afiladores con Galicia, los navarros, se decía, «son todos serenos o barrenderos» y, a renglón seguido, se alababa su actividad que «da seguridad, lustre y prestigio a la ciudad, contribuyendo a su prosperidad económica», porque tan extensa era su presencia en San Sebastián que en ella, se añadía en el comentario, se incluyen muchos «comerciantes, industriales, médicos, ingenieros, farmacéuticos, profesores, sacerdotes y cargos públicos» que se encontraban repartidos por todo el municipio, siendo «difícil dar con un grupo de personas, por pequeño que sea, en el que no se encuentre un navarro», siendo, además, de las personas que han venido a vivir con nosotros, quienes, por afinidad de costumbres, «han demostrado su perfecta adaptación al donostiarrismo de la mejor ley».
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Entre los años 1921 y 1936, que estuvo abierto el 'Solar Navarro', fueron sus socios los encargados de «excursionar» el 7 de julio hasta la plaza del Castillo y «para los de casa» sacar a la calle gaiteros y gigantes, sin que faltaran los bailables en los Campos Elíseos de Martutene.
En la actualidad (1952) eran Juan Miguélez, José Ciganda y Antonio Goñi, los que convocaban a sus paisanos para que «mediante una grande o pequeña aportación económica», hicieran posible celebrar dignamente los ya cercanos «sanfermines», siendo bastantes los comerciantes e industriales que «abrirán las puertas de sus negocios para que en ellos pueda hacerse entrega de los óbolos».
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Terminaba el artículo haciendo un llamamiento «a los navarros residentes en nuestra ciudad» para que, desde ya, «recobren el rango y animación» de las fiestas de San Fermín en Donostia, mejorando incluso las de antaño, «algo que, si se lo proponen, pueden llevar adelante los paisanos de quienes hace ocho siglos dieron vida a San Sebastián».
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