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Los periódicos recogen no sólo los grandes acontecimientos sino también la cotidianidad de una ciudad como la nuestra, fijándose en pequeños detalles que también ocurren. ... Por ejemplo, hace setenta años dedicaban dos párrafos de DV a contar la caída (¿o intento de suicidio?) desde gran altura de un gato...
«Desde el balcón de un sexto piso vi ayer tarde caer a la calle a un gato negro. Al estrellarse contra el suelo hizo '¡plaff!' y se quedó inmóvil. Como muerto. La gente se acercó a él y le decía: '¡pobrecito!'. Pero de pronto abrió un ojo, luego el otro, miró al corro de curiosos, sacudió su cabeza y, levantándose con gran rapidez, desapareció veloz de nuestra vista».
Hasta ahí, más o menos, los datos objetivos. A continuación, su imaginativa interpretación... «Si es verdad que los gatos tienen siete vidas, al de ayer le quedan seis, en caso de no haber sufrido anterior y parecido percance. Me pareció, por su mirada dulce, un gato romántico, enamorado. Tal vez pretendió suicidarse por amores contrariados. Al echar a correr se hallaba avergonzado. Huyó del fracaso. De que no lo presenciasen sus compañeros de tejado».
1954 Un gato
cayó desde el balcón de un sexto piso a la calle, sobresaltando a un grupo de viandantes y al cronista Ángel Azcona. El pobre minino parecía muerto. «Pero de pronto abrió un ojo, luego el otro, miró al corro de curiosos, sacudió su cabeza...».
Le echaba literatura el cronista Ángel Azcona, que durante años combinó en nuestro periódico las informaciones típicas de los 'Ecos de Sociedad' con unos apuntes sobre estampas de la vida cotidiana que siempre captan nuestra atención. Se metía Azcona en todo tipo de fregados, que la víspera (edición del 2 de octubre de 1954) se había atrevido a abordar el complejo tema de la moda que vestían las donostiarras al estilo de hace siete décadas. Antes de leerle, les informamos de que entonces lo último era la 'línea H', creada por Christian Dior, con vestidos entallados y el escote en forma de 'H'...
«Alborotadillo anda el cotarro femenino. Por un lado, las partidarias de la línea H. Enfrente, las enemigas, que desconocemos a favor de cual otra letra del abecedario se inclinan. No sabemos si en guasa, alguien ha dicho que las gorditas y bien metidas en carnes son las que votan por la H, pues así ocultan en el saco lo que les sobra. En cambio las delgadas prefieren ese apretón de la cintura y el amplio vuelo de las faldas».
«¿Quién ganará esta terrible batalla? La cuestión es mucho más seria de lo que se cree. Es una tremenda guerra sorda y fría que no acabará nunca aunque se llegue a los gritos y al rojo vivo (...)».
«Antes y siempre ha habido otras líneas que, igualmente, alborotaron a las hijas de Eva. Pero cada vez se pone más difícil la vida y en el fondo de todas estas veleidades o caprichos hay una dramática competencia comercial de las más favorecidas firmas de los modistas. Venza esta Casa o triunfe aquella otra, lo único cierto que puede afirmarse es que los que perderán son los maridos. Porque 'per omniam secula seculorum' los maridos son los 'paganos'», terminaba Azcona, con el típico machismo de la época.
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