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La calle Arrasate, como la mayoría del Centro donostiarra, no es excesivamente ancha. Y cuando por ella pasan camiones, parece más estrecha, incómoda y ruidosa ... todavía.
Ocurría hace setenta años, cuando el nombre de la calle era Hermanos Iturrino. Un lector que allí vivía envió una carta a EL DIARIO VASCO con un encabezamiento rotundo: «Si quiere usted descansar en San Sebastián, hágalo en cualquier sitio menos en la calle Hermanos Iturrino».
La carta apareció publicada en la edición del 14 de septiembre de 1954, dentro de un artículo de Alfredo R. Antigüedad, quien apoyaba las quejas de los vecinos, «que no pueden estar más fundadas y que merecen ser atendidas».
1954
«Si quiere usted descansar en San Sebastián, hágalo en cualquier sitio menos en la calle Hermanos Iturrino» (actual Arrasate). Un lector se quejaba de los continuos e intensos ruidos en una calle que entonces era lugar de paso de camiones
El remitente empezaba entre exclamaciones: «¡Señores! ¡qué ruidos más infernales hay en esta calle, hoy carretera de Irun al resto de España, por la cual forzosa y obligadamente tienen que pasar los camiones!».
Contaba el lector su caso personal: «Me ha tocado, desgraciadamente, hallarme retirado varios días y créanme que no he dicho jamás mayores disparates por los conductores de los endemoniados camiones, que unos, nuevecitos, muy bonitos de línea y de colores encantadores, hacen sonar sus bocinas como si se encontraran en plena mar y dentro de una densa niebla, y esos otros artefactos, que ya no puede denominárseles camiones, que se arrastran medio moribundo y que no hacen sonar sus bocinas porque el ruido del motor las haría inapreciables o cuando por no tener frenos seguros, hacen sonar varias veces y largamente sus bocinas, me han puesto peor, con una cabeza que creía no era la mía y con unos nervios...».
El desesperado lector concretaba su petición: «Si los vecinos de la calle de los Hermanos Iturrino, porque no hay otra solución para desviar la circulación por otro sitio, debemos aguantarnos, lo haremos con resignación; pero pidiendo, humildemente, a nuestro jefe de Tráfico Urbano que se haga cumplir escrupulosamente el Código de Circulación en aquella parte que prohÍbe se haga uso de los claxon».
Añadía Alfredo R. Antigüedad a lo expuesto por el remitente que «las molestias que sufre el vecindario de esas calles estaría remediado si se llegara a convertir en realidad el proyecto de aquella carretera que desviaría todo el tráfico de mercancías, sin entrar en San Sebastián».
A la espera de la variante, pedía el redactor vigilancia «lo mismo de día que de noche» y «medidas enérgicas» contra el uso de bocinas. «Vigilar, asimismo, a quien lleve el tubo de escape roto, y a quien meta excesivo ruido innecesario –aquí hay que incluir a las motos, cada día más escandalosas y en más número– y sobre todo castigar con la mayor severidad a quienes toman la calle por una pista de carreras».
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