
La calle de la memoria
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La calle de la memoria
1954 | Un salvavidas para la gotera de la BrechaLas baserritarras y vendedoras de la Brecha tenían su guasa. Eran capaces de colocar un salvavidas en mitad del mercado para denunciar una molesta, persistente ... y creciente gotera.
Lo leemos en la edición de EL DIARIO VASCO del 14 de febrero de 1954, en la sección 'Saski-naski' que firmaba Txibirisko: «En la nave central del Mercado de la Brecha hay, desde hace varios días, una gotera que ducha perfectamente a cuantos acuden a dicha plaza. Seguramente que un solo obrero, en media jornada de trabajo, podría arreglar el desperfecto. Pero no se ha hecho y la gotera va en aumento».
La gotera de la Brecha era tema de conversación. Se le añadió un elemento surrealista...
1954
Acudir al mercado de la Brecha incluía una sorpresa, gracias a «una gotera que ducha perfectamente a cuantos acuden a dicha plaza». Las vendedoras colocaron debajo un salvavidas, «en un rasgo de humorismo»
«Tanto era ayer, que las vendedoras del Mercado, en un rasgo de humorismo, colocaron debajo de la gotera un salvavidas. Por si era necesario utilizarlo; que al paso que vamos no hay duda que se necesitará».
Si es que hay que cuidar los pequeños detalles, para que no crezcan o para que no produzcan accidentes. Es el caso de otro temilla que mencionaban en el mismo apartado 'Saski-naski' hace setenta años...
«Hay cosas que parecen tiquis-miquis y que molesta se traigan y se lleven públicamente. Pero muchas veces esas cosas pequeñas, cuando se arreglan, pueden dar lugar a daños de importancia. Así sucede, por ejemplo, en una obra del Paseo de la Concha, donde, para acotar aquel lugar, ponen una cuerda por la noche. Como además de la cuerda no hay una luz roja, el peligro de darse un golpe lo corren cuantas personas pasan por aquel lugar».
Un agradable paseo nocturno podía convertirse en una trampa. En el diario estaban al quite de este y otros peligros...
«Igualmente parecerá baladí, pero por creerlo de necesidad, en evitación de peligros, hemos denunciado tantas veces el peligrosísimo cruce y recruce a la salida del túnel de Miramar».
Si dentro del mercado de la Brecha casi llovía, el cronista de DV Ángel Azcona escribía el mismo 14-II-1954 sobre la lluvia. El motivo, que, según observó, «ayer la lluvia estuvo muy bien. Llovió con 'fundamento' (...)». Se fijaba el colaborador en un detalle, el de las engorrosas gotas intrusas...
«Lo peor de la lluvia son esas gotas grandes, hermosas, que inesperadamente se adentran por el cuello de la camisa y que nos hacen dar un respingo al sentir la desagradable sensación que nos causa su contacto con la espina dorsal. Esas gotas, mal intencionadas, y otras también malévolas que se introducen entre el calcetín y el borde del zapato, son terriblemente molestas».
«Las que hallan paso por el cuello de la camisa, al saberse a resguardo de la inclemencia del tiempo, reposan unos instantes en el cogote y se ríen de nuestro enfado. Luego piensan que más al sur se vive mejor y se deslizan por etapas a lo lago de la espalda (...)».
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