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San Sebastián es, era, sería la ciudad «donde siempre había sido feliz», la misma donde aparentemente «nunca le había pasado nada importante».
El 27 de ... marzo de 1960 había fallecido en Madrid el médico, historiador, escritor y pensador Gregorio Marañón. En la edición de DV del martes 29 le despedían como «un gran amigo de San Sebastián».
«Desde hace más de cincuenta años –escribían– era el doctor Marañón visitante asiduo de nuestra ciudad, a la que quería y admiraba. Aquí tenía muchos amigos, con los que departía en dilatados paseos, en sus escasos ocios veraniegos, Los doctores Vic, Echave (don Mariano), Bergareche, Vidarte... han sabido lo que Marañón sentía por nuestro país».
«El verano último estuvo también entre nosotros. Desde el Cristina, donde se hospedaba, salía diariamente a charlar con un amigo, a ver las novedades literarias en la Librería Internacional o a gustar las excelencias de la cocina vasca, que él cantó en el prólogo que hace años hizo para el libro culinario de Casa Nicolasa».
1960 Gregorio Marañón
Falleció el médico e intelectual, «un gran amigo de San Sebastián». En DV recordaban su presencia como veraneante y un texto en el que habló de Donostia como lugar para las pequeñas cosas que dan sensación de vivir
Recordaban hace 65 años que, junto a aquella faceta relajada, «sus días veraniegos estaban llenos, como toda su vida, de trabajos y afanes. Aquí escribió, en Hernani, donde un verano vivió, algunas de sus obras, como 'La edad crítica' y 'Manual de la doctrina de las secreciones internas'. Aquí continuaba sus investigaciones científicas o históricas, a las que su trabajo médico no le permitía en Madrid dedicar muchas horas».
«Con su boina vasca, gustaba Marañón de pasear mientras la lluvia mansa que anunciaba el otoño caía sobre la ciudad, acudir a la Academia Médico-Quirúrgica de Guipúzcoa a oír una lección de alguno de sus discípulos o admirar en San Telmo los frescos de Sert».
En DV reprodujeron el 29-III-1960 una columna en la que Gregorio Marañón traslucía su amor por Donostia y las tierras vascas. Empezaba así...
«¿Qué puedo yo decir de San Sebastián y de su país guipuzcoano? Pues las mismas cosas que muchos españoles, que contestarían a esta pregunta asegurando tal vez que no tienen nada que decir. Pero esas cosas que parecen nada, que no son sucesos extraordinarios, que se han olvidado y que no resurgen a la invocación del momento son, en verdad, las que nos han dado la sensación de un vivir fundamental y eficaz».
Marañón preguntaba a un amigo su sentimiento por la ciudad y este le respondía que «allí, en San Sebastián, donde siempre había sido feliz, nunca le había pasado nada importante». Pero, hablando, había recordado que aquí «había visto por primera vez el espectáculo del mar», tal vez su primer amor juvenil y «la alegría de la convivencia con los amigos ruidosos y sencillos, que pasa como una lluvia mansa». El pensador hacía suya, y de otros madrileños, esa visión placentera y relajada de San Sebastián.
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