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Aparcar en un lugar prohibido está mal. Tomarse la justicia por su mano y atacar a los vehículos mal estacionados acaso esté todavía peor. En nuestro DV lo calificaban de «incalificable proceder» en un comentario que encontramos en la edición del 25 de agosto de 1963. Leamos, que tiene jugo.
«No es de hoy. Creíamos en el buen sentido y admitíamos el hecho como una gamberrada del peor gusto, pero esta gamberrada tiene una ... continuidad y una peor intención. Nos referimos a ese incalificable proceder de quien sea, que acostumbra a pinchar las ruedas de los coches que aparcan en el terreno asignado a los taxistas».
1963
Como «incalificable proceder» calificaban que algunos automóviles mal aparcados en zonas reservadas para taxis aparecieran con navajazos en los neumáticos y palillos en las cerraduras. «¿Quién o quiénes son los autores de esta salvajada?»
Pues sí, tal era el problema repetido en el verano donostiarra de hace sesenta años.
«Resulta que en los días de gran aglomeración de coches en nuestra ciudad, conductores nacionales y extranjeros han aparcado en la parada de taxis de la Avenida de Calvo Sotelo –ya saben, el Boulevard–. Cuando los propietarios de los coches particulares han ido a ponerlo en marcha se han encontrado que dos de las ruedas estaban rajadas por alevosos navajazos. En la noche del viernes, de once a doce, dos coches presentaban idénticos síntomas de salvajismo.».
Por si fuera poco, la «fea acción» cometida a escondidas aún hacía más daño, dado que «el autor o autores tienen la mala intención de introducir un palillo de dientes en la cerradura del coche, para evitar que su dueño pueda hacer uso de la llave. No puede tener el delito más agravantes».
Aunque el rumor ponía a algunos taxistas en el punto de mira, en el diario no se atrevían a decir tanto: «¿Quién o quiénes son los autores de esta salvajada? No lo sabemos ni queremos prestar atención a la 'vox pópuli', pues es muy grave señalar con el dedo a nadie cuando no se tienen la convicción y las pruebas precisas».
La situación tenía otro factor más: las señales de las zonas para parada de taxis no eran claras para los conductores foráneos. Como escribían el 25 de agosto de 1963, «una razón tienen los coches particulares para aparcar en la zona destinada a los taxistas: la existencia de una señalización que no es internacional. Ellos no conocen nada más que unas señales que son comunes a todos los volantistas, e ignoran las señales particulares que los ayuntamientos tienen dentro de sus ciudades. Aquí está el defecto principal, que nunca justifica el navajazo a las ruedas ni el suplicio del palillo a la cerradura. ¿Qué dirán de nosotros las víctimas de tal proceder?».
Una de ellas había sido el director de la Banda Municipal de Madrid, que tras actuar en la plaza de la Constitución «acudió con su familia a recoger el coche, encontrándose con dos ruedas rajadas». En DV pedían mejorar la señalización, multas para los infractores y «mano dura y castigo ejemplar a los que se toman la justicia por su mano».
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