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La calle de la memoria
1964 | Un camarero se convirtió en millonarioYa no vemos a ganadores de la lotería en los medios de comunicación. Quizás con la excepción de la Lotería de Navidad, y si es ... en grupo con un premio repartido, nadie sale diciendo que súbitamente se ha convertido en millonario.
Antaño no había esa prevención, y se conocían en primera persona las historias de los agraciados por la suerte. Así ocurrió hace sesenta años. En la primera página de DV podía verse una fotonoticia, con imagen tomada por Aygüés sobre el siguiente pie de foto: «José Bauza, barman del Bar Julián, que desde ayes es millonario al resultar afortunado con el gordo de la Lotería. En la fotografía aparece a la derecha, junto a su patrón, festejando el acontecimiento».
1964 < /style >
Hace 60 años, salía en primera página la noticia de que un donostiarra, camarero del bar Julián de Gros, había ganado el gordo de la lotería. Le entrevistaban trabajando en la barra. «¿Por qué no?Le hubiera hecho una faena a Julián»
Agradaban aquellas historias de personas modestas que recibían de pronto dinero caído del cielo. Así se mantenía la esperanza de que alguna vez le tocara a uno.
En la página 7, dedicaban al caso un ambientado y simpático texto, que reproducimos en su integridad...
«¡A ver, un chiquito...!
Un mocetón imperturbable atiende a los clientes. El mismo ritmo de otros días, idéntica amabilidad y prontitud...
José Bauza, 23 años, soltero, pero con compromiso, es uno de esos millonarios que crea la Lotería Nacional. Pensaba encontrarlo brindando, festejando su buena estrella...
«– A las tres de la tarde, cuando me he enterado de mi suerte, me he puesto muy nervioso. Ahora estoy tranquilo.
Me lo decía a las diez de la noche, mientras servía un chiquito más.
– No me lo imaginaba trabajando...
Me ha mirado con extrañeza.
– ¿Por qué no? Le hubiera hecho una faena a Julián si le dejo plantado...
Estamos en el Bar Julián, de la calle Carquizano. José Bauza trabaja en la barra.
El jueves pasado, como en otras muchas ocasiones, compró tres series completas (450 pesetas) en la administración de la Plaza Pinares; no eligió el número. Uno de ellos lo entregó a un amigo suyo, Juanito Elósegui, otro a los padres de su novia y el tercero se lo quedó en propiedad. Total, 1.200.000 pesetas para cada uno».
Aunque no se formulaba directamente, aparecía ya la respuesta a una pregunta típica en estos casos: ¿Qué iba a hacer el camarero con aquella inyección de dinero?
«Ahora José seguirá trabajando, pero por cuenta propia.
– Pienso poner un bar; me gusta este trabajo. Y creo que mi novia estará conforme.
Su novia se llama Milagros Irastorza y ahora estará pensando en el ajuar, porque...
– Nos casaremos el año próximo. Antes quiero tener el negocio montado.
Estamos charlando en la cocina del bar. En el bar no ha caído ni chiquita. José mira nervioso a la barra. Ve que llegan nuevos clientes. Habla deprisa; contesta rápido a las preguntas».
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