Uno de los comercios de comestibles donostiarras. Sus patatas serían de verdad. PACO MARÍ / FONDO MARÍN

La calle de la memoria

1965 | No era una patata, sino una piedra

Mikel G. Gurpegui

San Sebastián

Jueves, 6 de febrero 2025, 01:00

Todos hemos comido alguna vez una patata algo dura. Pues imagínesela mucho más dura, y todavía más, como la piedra. Igual que en la anécdota de hace sesenta años, que en la página 2 de DV contaron así el 6 de febrero del año 1965...

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«Hacía algún tiempo que no teníamos en nuestra Redacción quejas relacionadas con la aparición de clavos y tachuelas en los comestibles; de cuerdas en el pan o de estacas en el tabaco. Pero ayer nos llevamos una gran sorpresa. En una de esas bolsitas de dos kilos que los camiones-tienda venden patatas al público, el situado en San Martín, vendió una entre las muchas adquiridas por las amas de casa».

«Resulta que los chicos de una conocida familia habían pedido para ayer patatas fritas, y su mamá les complació. Peló una y más y en una de estas se dejó medio cuchillo. No hincaba la parte cortante y no podía hacerlo, por la sencilla razón de que la patata era una piedra, auténtica piedra con exacta pinta de patata, menos en el peso, claro está, que rondaba entre los 220 y 230 gramos, muchos gramos para su volumen».

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Una señora donostiarra compró en uno de aquellos camiones-tienda una bolsa con dos kilos de patatas. Uno de los tubérculos era extraño y se resistía al cuchillo. Se trataba de «una auténtica piedra con exacta pinta de patata, menos en el peso»

En el diario se lo tomaban a bien... «Estamos seguros que se trata de una broma del empaquetador de turno, aunque bien pudiera ser que no se diera cuenta de la 'calidad' del tubérculo. En ambos casos, la patata llamó la atención, pues estaba muy bien 'hecha'».

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El dañado cuchillo

El damnificado en aquel suceso, además de los niños que se quedaron con menos patatas fritas, fue el cuchillo... «La verdad es que la señora dejó el cuchillo que parecía el cepillo de rayas de un ebanista, por las 'khoskas' con las cuales quedó el instrumento cortante».

Luego –continuaban el 6 de febrero de 1965–, vinieron los comentarios y la pregunta de si en lugar de tener que preparar un plato de patatas fritas se trata de hacer una ensalada o un puré, y se deposita la patata íntegra en el puchero, ¿qué hubiera pasado? Pues... nada. Se hubiera quedado al descubierto tan extraño polizonte y el comentario hubiera tenido un mayor polo de desarrollo, como se dice ahora».

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En nuestro periódico aprovechaban el peculiar caso para bromear sobre los tipos de tubérculos...

«Conocíamos la patata-patata, la patata aguachinada, la buena, la menos buena, la regular y la mala, pero desconocíamos la patata de piedra, la que nos suponemos que figuraba en los menús de aquella edad de piedra, donde los purés se lograban machacando dos enormes rodillos y se desconocía el bicarbonato».

«A costa del guasón que empaquetó esta patata de piedra, hubo ayer gran juerga en un hogar donostiarra. Las bromas para mamá fueron más de una, que encajó con perfecto sentido del humor. Como que hoy esa señora va a volver al camión-tienda para pedir dos kilos de patatas pero con patata 'dentro'».

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