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Si es al amanecer y en una zona donde la noche anterior hubo juerga, la imagen es desoladora. Pero también en otros momentos y puntos ... da pena encontrarse el suelo lleno de papeles y envases que debieran estar en las papeleras o en los contenedores de basura.
No consuela saber que el problema viene de lejos. Hace 55 años, en la edición del 27 de septiembre de 1969, encontramos un texto, titulado '¡Ojo con los papeles!', en el que EL DIARIO VASCO afeaba con dureza su actitud a quienes parecían pensar que las papeleras no iban con ellos.
«Como la ciudad es nuestra y en ella vivimos –comenzaban–, parece obvio que a todos nos alcanza el cuidarla todo lo posible en todo cuanto esté de un modo u otro a nuestro alcance».
«Decimos esto a propósito de los papeles y algunos otros géneros de desperdicios que algunas gentes, por lo que se ve nada cuidadosas, dejan en aceras y cunetas con la más olímpica tranquilidad y el mínimo sentido de la ciudadanía». Advertían de que «el 'mantenga limpia la ciudad' no es una frase caprichosa, sino un deber que todos debemos cumplir. Nuestras aceras y calzadas se hallan por regla general bastante limpias, pero podrían estarlo más. Y en este menester debemos todos ser sujetos activos».
1969 Nuestro diario
criticó duramente a quienes no hacían uso de las papeleras: «No pocas personas, por pura desidia, echan los papeles al suelo y con ello se califican como enemigos de la ciudad aunque presuman de amarla mucho»
No entraban en 1969 en si había pocas o muchas papeleros, o en si se vaciaban con la periodicidad necesaria, pero sí señalaban que «como bien a la vista está, hay en las calles donostiarras muy a mano, sobre todo en las calles principales por su mayor tránsito, buen número de cestas papeleras dispuestas precisamente para depositar papeles y evitar que éstos vayan a 'adornar' el suelo».
«Pero ocurre que no pocas personas, por pura desidia, echan los papeles al suelo y con ello se califican como enemigos de la ciudad aunque presuman de amarla mucho. Que el movimiento se demuestra andando. Y el amor a la ciudad, cuidando de ella en todos los aspectos».
Seguro que a alguno molestaría aquel tacharles casi de antidonostiarras a quienes tenían y tienen la mala costumbre de arrojar suciedades al suelo.
En la misma edición de DV del 27 de septiembre de 1969 se referían a otro asunto también relacionado con la limpieza (más bien con la falta de ella) en la ciudad. Ponían el dedo en la llaga del mal estado en que se encontraba el arco de acceso al paseo de los Curas, en la subida al Castillo.
«En este callejón –criticaban– se acumulan basuras y desperdicios que hacen realmente penoso el tránsito por dicho lugar. ¿Es que los equipos de limpieza no pasan por allí? ¿O tal vez ocurre que, tras la limpieza municipal, son muchos los desaprensivos que utilizan la estrecha calzada como si fuera un basurero?».
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