
La calle de la memoria
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La calle de la memoria
1973 | Con los taxis, «el cliente nunca tiene la razón»El servicio de taxis siempre ha estado en el punto de mira de los donostiarras. Si ahora nos irrita el insuficiente número de vehículos a ... muchas horas, hace cincuenta años se quejaban de que los taxistas no respetaban el orden en las paradas.
Así lo comentaban en el DV del 21 de octubre de 1973: «Ayer, en la parada de taxis del Boulevard, volvió a ocurrir lo que hace algunas semanas comentábamos. Esperan al vehículo tres o cuatro personas; paró un taxi a unos ocho metros o diez de la parada, se apeó un viajero y cargó a otro que no hacía cola junto al teléfono. Esto indignó naturalmente a los disciplinados señores que esperaban al taxi».
1973
Algunos conductores de taxis no respetaban la norma de coger al primer cliente de la parada. Y «si el taxista tiene derecho a elegir cliente, ¿por qué el viajero no toma el taxi que mejor le parece, sin estar obligado a montar en el primero?»
Como para no indignarse, haciendo cola para nada. Hace cincuenta años escribían en DV: «Con el taxi estamos llagando al convencimiento de que el cliente nunca tiene razón. Si el taxista, como en el caso de ayer, tiene derecho a elegir cliente, ¿por qué el viajero no toma el taxi que mejor le parece en la parada, sin estar obligado a montar en el primer coche, por ser el primero?».
Por supuesto, no todos los taxistas actuaban igual, como reconocían en nuestro diario. «Un taxista comentaba la acción de su compañero afeando su conducta. Sabemos que no todos lo hacen, ya que los taxistas cumplen su servicio dentro de unas normas en vigor, y del consiguiente compañerismo, pero no todo el mundo respeta esas normas, por lo que se permiten hasta reírse del público, de sus clientes, en sus propias narices».
Apelaban a que el gremio tomara cartas en el asunto: «¿Es que el Gremio de Taxis no puede controlar estos casos? ¿Es que todo tiene que ser a base de denuncias del público, mientras los propios taxistas permanecen de brazos cruzados?».
«Repetimos que estos casos se vienen dando con cierta frecuencia, y puede ocurrir un día que quien espera con paciencia la llegada del taxi, haciendo cola, se sienta indignado y burlado por el desaprensivo taxista, que para a seis o diez metros de la parada, cobra al cliente que transporta, y carga allí mismo, riéndose del público que espera y del compañero que detrás, como ayer, esperaba también que emprendiera la marcha, para dejar libre el paso».
Al menos, hace cincuenta años no se formaban tantas colas esperando el taxi en las horas oscuras, pero no porque funcionase mejor el servicio sino porque, al parecer, los donostiarras no salían de noche. Leemos también el 21-X-1973...
«La calma llega a cotas indecibles durante la noche. El dueño de una cafetería afirmaba hace unos días que nuestras noches –a efectos de mantener abierto un negocio de este tipo– son 'exasperantes'. A las doce, a la una de la madrugada, apenas se ve algún perro que otro olisqueando las bolsas de la basura. De racionales caminando por la calle, ni noticia. La gente trabaja cada vez más. Y, para poder hacerlo, hay que ir temprano a la cama».
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