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Para muchos ciudadanos, el semáforo no existe, y lo cruzan con una imprudencia que dice muy poco en favor de la poca estimación».
Lo afirmaban ... en DV el 25 de enero de 1974, pero el tema salió, sobre todo en los años 70, numerosas veces en nuestras páginas. Fuese porque los peatones se habían acostumbrado a seguir las indicaciones de los guardias de tráfico, fuese porque las calzadas estrechas de las calles céntricas invitaban a pasarlas sin miedo al atropello o fuese por algún extraño gen donostiarra, el caso es que nos costó habituarnos a algo tan básico como detenernos ante el color rojo y avanzar ante el verde de los semáforos.
En el comentario publicado hace cincuenta años constataban que «hay peatones que saben hacer mal al cruzar el semáforo en rojo, y lo hacen un poco avergonzados, de no saber o no poder esperar unos pocos segundos. Cruzan por inercia, o por prisas, o por decir que no a algo en la vida, y lo hacen a riesgo de sufrir un accidente y de provocar frenazos (...)».
1974
Cruzábamos los semáforos en rojo. En el Boulevard, «el parachoques quitó el polvo a la vestimenta de una confiada señora, que siguiendo la riada de infractores se decidió a cruzar» aunque el semáforo aún no se hubiera puesto en verde.
Entre los conductores, apreciaban en 1974, «hay quien circula ante el volante con los cinco sentidos en vilo, y el pie en el freno, pero los hay también que lo hacen un poco confiados, suponiendo que todo el mundo respeta las señales de los semáforos. Y así se encuentran con sorpresas, que pueden costar serios disgustos».
Un caso concreto. «Ayer, no hubo en el Boulevard un atropello porque el sexto sentido, el del freno, funcionó a tiempo. Creemos que el parachoques quitó el polvo a la vestimenta de la confiada señora, que siguiendo la riada de infractores se decidió a cruzar, sin reparar en lo que hacía. El susto no se lo quitó nadie, como al volantista».
Desde nuestro periódico hacían un llamamiento a «la responsabilidad de los mayores de edad» ante los semáforos, por evitar peligros y siquiera «por cuanto supone un ejemplo desastroso para los niños».
«Queremos una vez más llamar la atención de aquellos peatones que no tienen paciencia para esperar ante el semáforo, y se exponen a tenerla forzosamente en la Casa de Socorro o en una clínica».
Aquellas advertencias cayeron en saco roto, dado que unos años después, el 30 de agosto de 1977, DV tuvo que volver a la carga con el tema, y en un tono más cáustico...
«Los semáforos han constituido un gasto inútil para la ciudad, una inversión errónea. No se acertó, por la sencilla razón de que quienes planearon su instalación, con el mejor criterio para ordenar el tráfico (...), no contaron con que al cabo de los años entraría en muchos viandantes una especie de alergia hacia el semáforo, hasta el extremo de no hacerle el menor caso».
«Repetimos una vez más que como donostiarras nos avergonzamos del mal ejemplo que damos a quienes respetan las normas del tráfico, a los mismos niños (...)».
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