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Recordamos a Gregorio Ordóñez por muchos motivos, pero no debemos olvidar que una de sus facetas más singulares era la capacidad para generar ideas con ... que mejorar la ciudad. Ordóñez lanzaba al debate público proyectos que se le ocurrían, incluso aunque fueran irrealizables en la práctica, pero que siempre animaban el diálogo ciudadano y acaso ayudaban a pensar más allá.
Encontramos un típico caso de lo que los periodistas locales de la época llamábamos cariñosamente 'ordoñadas' hace cuarenta años, en la edición de DV del 11 de septiembre de 1984. Gregorio proponía mirar hacia abajo y sacar más provecho del subsuelo del Centro, explorando la posibilidad de crear garajes e incluso viales subterráneos. Leamos...
«El Grupo Popular va a presentar en el Ayuntamiento un ambicioso proyecto arquitectónico en el que se van a contemplar calles subterráneas para uso exclusivo de los vehículos aprovechando que el subsuelo de la ciudad es en su mayor parte de arena y por lo tanto su construcción supondría un costo no demasiado elevado, además de contar con la posibilidad de que cada manzana del área romántica pueda tener un garage». ¿Cómo se quedan?
La idea tenía dos partes. La primera de ellas, facilitar la generación de garajes soterrados en lo que entonces se denominaba 'Área Romántica'. «Creemos, indicó Ordóñez, que es perfectamente compatible la existencia de garages con la defensa arquitectónica de estos edificios».
Para ello, proponía modificar la normativa y permitir excavar esos garajes subterráneos, en un momento en que «se están rehabilitando numerosos edificios, y es en estas rehabilitaciones donde cabe plantearse la realización de garajes».
La segunda parte de la idea era aún más audaz, la construcción de viales soterrados para el tráfico de vehículos. Según Gregorio Ordóñez en DV, era una «posibilidad de fácil realización, por ser el subsuelo de la ciudad de arena, y además contar con la ventaja de que las redes de alcantarillado van por debajo de los cuatro metros de profundidad».
«La realización de estos viales serviría para conseguir una mayor fluidez de vehículos en calles como la de San Martín, realizando a lo largo de todo el subsuelo una carretera subterránea, que posibilitaría a su vez la realización de unos viales secundarios que facilitarían en consecuencia el acceso a los garages de las casas del centro de la ciudad, sin tocar para nada la base arquitectónica de los edificios».
La propuesta no llegó lejos. El optimismo de Gregorio Ordóñez chocaría con la evidencia técnica de que no resulta fácil horadar terrenos arenosos, como están demostrando las actuales obras del Topo. En todo caso, nos permite soñar con una Donostia utópica en la que el tráfico fuera bajo tierra.
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