
Escrito quedó que, por sus dimensiones y los muchos pueblos que hay en su territorio, toda la provincia de Gipuzkoa es una ciudad y los ... montes son sus jardines. Cambiando el sentido de la frase, puede decirse que todo San Sebastián es un jardín y su núcleo construido el complemento.
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Más allá de las tres grandes «zonas verdes» de la ciudad, Igeldo, Urgull y Ulia, que un día popularmente le dieron el nombre de Iru-Txulo, no siempre apreciadas por parte del vecindario como auténticos pulmones naturales, salvo para las postales e imágenes estéticas del entorno, existen entre nosotros en el callejero donostiarra, desapercibidos la mayoría de las ocasiones, más de sesenta parques y jardines urbanos.
Todo un lujo para cualquier municipio de las dimensiones de San Sebastián que hasta 1864, tras el derribo de las murallas, no contaba en su interior con un solo metro cuadrado ajardinado.
Obligada es la cita de Artikutza y de los parques, entre otros, de Ametzagaña, Aiete, Cristina enea, Miramón, Oriamendi… siendo siempre citados como emblemas de la ciudad los jardines de Alderdi Eder, Miramar, Ondarreta... cada uno con sus peculiaridades e historia propia.
Mientras Alderdi Eder, a la sazón campo de maniobras del ejército, dejaba pasar el tiempo entretenidos todos con largas tramitaciones legales derivadas de las permutas de terrenos, y la ciudadanía se dividía opinando sobre si la Alameda debía ser eso, una Alameda, o un espacio edificable, a poca distancia se planificaba una plaza, catalogada como «el oasis de la ciudad», que liberara de actividades festivas a la plaza de la Constitución. Deseando evitar tanto jolgorio frente a la Casa Consistorial, la idea fue que la nueva plaza, a la que se llamaría Guipúzcoa, fuera más o menos igual pero en el centro del ensanche Cortázar. Y así se hizo entre 1864 y 1867, permaneciendo hasta 1877 como puede apreciarse en la fotografía: asfaltada y limpia de obstáculos.
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Pero ocurrió que, en dicha ocasión, fue realidad aquello de que «el Ayuntamiento propone y el pueblo dispone».
De acuerdo con lo previsto, en 1874 se decidió que los bueyes ensogados (sokamuturra) cambiaran de escenario y se corrieran en la nueva plaza en lugar de «donde manda la tradición». Tal fue la protesta que, cuando soltaron los animales, los aficionados cogieron a hombros las vaquillas y las llevaron en andas hasta la plaza de la Constitución donde siguió celebrándose la fiesta «como siempre». No hubo más iniciativas similares y en 1877 se «decoró» el lugar siendo los jardines que hoy conocemos.
Para siquiera una breve nómina de los jardines donostiarras debe matizarse que algunos, en el callejero, no figuran como parques o jardines, sino como calles, plazas o paseos: sean ejemplo los de Santa Catalina, Buen Pastor, Francia, Oquendo, etc.
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Por barrios (s.e.u.o. como antaño se ponía en las facturas), se lleva la palma Intxaurrondo con diez: Amaia, Arkazieta, Castelao, Etzieta, Francisco Escudero, Alice Gulick, Montes francos, Otxoki, Siustegi y Tuniz. Sigue Ibaeta con seis: Ibaeta, Berio, Koldo Mitxelena, Luis Villasante, Miguel Unamuno y Orio.
Además de algunos ya citados, tres parques o jardines hay en el ensanche de Amara (Aitzol, Amaiur, Iglesias y Martiarena), Egia (Alkolea, Lau Aizeta, Sibilia), San Roque (Arbizketa, Basoerdi y Arbaizenea 'privado'), Aiete (Guarnizo, Otxanda y Puio Lanberri) y Antiguo (Serafín Baroja, Zubimusu y Ondarreta). Se divide el resto: con dos Bidebieta, Igeldo, Martutene, Ategorrieta, Miramón… y con uno, Amara, Loiola, Altza, Riberas, Herrera y Ategorrieta.
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