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Empezando por el final, hoy, 26 de mayo de 1958, comenzó la cuarta edición de la Quincena Comercial de San Sebastián, que permanecería activa hasta ... el 15 de junio. Fueron cuatro años de «echar el resto» para atraer a la clientela. Llevaron la iniciativa los comerciantes de la calle Legazpi, con la colaboración de distintos organismos, hasta el punto de ser considerada «la calle más comercial».
La historia tuvo su origen en 1955 (30 de mayo-18 de junio) periodo en el que la ciudad conoció importantes movimientos (entre ellos el Festival de Cine) gestados por los responsables de un comercio que pretendía su revitalización, para salir de la crisis que les afectaba. A las calles decoradas con millares de banderolas, guirnaldas y arcos luminosos se unía una colección de escaparates que disputaban por ser el más espectacular, y tiendas que competían a la hora de hacer regalos, patrocinar premios y ofrecer grandes descuentos.
Veinte pesetas en gastos generales y cuarenta en alimentación daban acceso a un boleto que se depositaba en buzones. Aunque el premio grande consistía en un cheque de cien mil pesetas, la estrella era el coche Fiat 600, cuyo coste ascendía a 75.000 pesetas. Atrás quedaban los frigoríficos, viajes a París, Vespas, lavadoras, cocinas o máquinas de coser. Ganó el concurso de escaparates la viuda de Vicente Merino, en Narrica 6. Las muchas actividades paralelas llenaron hoteles, aumentaron el movimiento en la frontera y creció el tiempo de estancia de los turistas.
No cien sino ciento cincuenta mil pesetas, fue el premio gordo de la segunda edición (21 de mayo-9 de junio de 1956). Los coches eran un Seat de 120.000 pesetas y un Citroen de 60.000. La Vespa del año anterior ahora fue una Lambretta que costaba 15.000 pesetas y se multiplicaron los premios ofrecidos por distintos comercios. Por 20 pesetas las señoritas y 30 los caballeros, con derecho a la primera consumición (la segunda valía 15) se podía acudir a los bailes «en los bajos del Ayuntamiento», donde actuaban las orquestas Heredero y Miramar y «modernas vedettes, monísimas animadoras y dinámicas artistas». Ganó el concurso de escaparates Impermeables «El Búfalo».
La novedad de la tercera edición (27 de mayo-15 de junio de 1957) fue el Premio Pum. Consistía en que, elegido por sorteo, en un momento determinado del día se disparaba un cohete, y a quien en ese momento estuviera pagando alguna compra se le daban mil pesetas (las primeras fueron para Eugenio Lezaun y María Liceaga). También fue novedad el que miembros de la organización acudieran a las estaciones del Norte, Amara y Topo para contar turistas. Previamente se elegía un número y al turista que salía de la estación coincidiendo con ese número se le daba un bono de mil pesetas y era el «invitado de honor».
La iniciativa ocupó titulares en la prensa europea, citando a San Sebastián como la ciudad «que regala dinero», resultando curioso, sino nostálgico, el recordar algunas de las firmas que patrocinaban aquellos premios: jabón Saquito, dentífrico Profiden, galletas Olibet, Mistol, lejías Easo, casa Inurrieta, coñac Centenario Terry, calzados 'La Imperial', achicoria La Pilarica, calzados Gómez...
Volviendo al principio, tal día como el de hoy de 1958, comenzó la IV Quincena Comercial que se prolongó hasta el 15 de junio. Un millón de pesetas en premios, dos Premios Pum al día, doble 'Invitados de Honor' diarios y un agotamiento en la prensa y en los donostiarras que hizo que terminara la edición, y con ella la historia de la Quincena Comercial.
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