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Pues, no. Halloween no es una fiesta extraña a la cultura europea que llega desde Estados Unidos. Si hacemos caso a la historia, podría decirse que Halloween «vuelve a casa». Cuéntase que, celebrada por los celtas, se extendió hasta el imperio romano y más tarde por tierras cristianas, aunque en este caso dándole una espiritualidad que la original no tenía.
Todos de acuerdo en recordar los días de oscuridad que preceden al invierno, a los primitivos ritos paganos se sumó el recuerdo a los difuntos, ya fuera a los antiguos, el 1 de noviembre, ya a los más cercanos, el día 2.
La versión anglosajona fue llevada por el pueblo irlandés a Canadá y Estados Unidos, mientras que el mundo cristiano hizo lo mismo trasladando sus creencias a América Latina.
1924 Calle de la memoria
Con la construcción del cementerio de Polloe, San Sebastián «se honró a sí misma honrando a sus difuntos»
Ejemplo de la fusión de estas dos formas de entender el 1 de noviembre lo tenemos en México, donde el católico Día de los Muertos se funde con las espectaculares representaciones de la muerte conocidas como Catrinas. En nuestros lares, aunque las nuevas generaciones prácticamente lo desconocen, el pregonero del Día de Todos los Santos era Don Juan Tenorio y sus parlamentos con el Comendador, don Gonzalo de Ulloa, Luis Mejía, Ciutti o la mismísima doña Inés.
¡Qué ocasión perdida por los defensores del medio ambiente, al no utilizar esta frase de don Juan ante doña Inés como canto al aire puro!: «¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?».
Este año, hace un siglo (1924), la tradición se cumplía y Don Juan, con todos los personajes creados por José Zorrilla, como lo hacía todos los años, desplegó sus encantos en el escenario del Teatro Victoria Eugenia. En esta ocasión, con la sala llena, triunfó la Compañía de María Fernanda Ladrón de Guevera y Carlos Rivelles «ofreciendo un don Juan Tenorio difícil de superar».
Como las familias sacan de la alacena sus mejores mantelerías cuando hay visitas, la presencia de un 'ejercito' de personas limpiando las sepulturas de Polloe, para que los visitantes las encuentren floridas, limpias y relucientes, es anuncio de buñuelos y «huesos de santo». Santa María, San Vicente, San Telmo, Santa Catalina, San Francisco (Atocha)... conocieron tiempos en los que se enterraba dentro de las iglesias, hasta que epidemias y calamidades sanitarias aconsejaron hacerlo en el exterior, construyéndose los campos santos de Ulia, Antiguo, Altza, Igeldo y San Martín.
El año 1875 los arquitectos Barrio y Goicoa, propusieron construir un nuevo cementerio en terrenos pertenecientes a los caseríos Tolare Goia, Moskotegi, Tturkoene y Polloe. Se compró el solar por 61.877 pesetas y el total de la obra ascendió a 198.819 pesetas. Fue bendecido el 12 de agosto de 1878 y el 18 de junio de 1887, se procedió al solemne acto de trasladar los restos desde San Martín.
Cubiertas las calles San Martín y Easo, Avenida y puente de Santa Catalina con faroles encendidos y tapados por gasas negras, cuatro celadores abrían la comitiva seguidos por los niños de las escuelas con sus maestros, y a los clarines municipales seguían pendones y estandartes de cofradías y congregaciones, el clero y el Ayuntamiento en Corporación, presidido por el alcalde Gil Larrauri. Escoltaban las carrozas fúnebres personalidades de la ciudad, siendo las niñas quienes se encargaron de acompañar la llamada de Gloria, por transportar restos infantiles. Y así «San Sebastián se honró a sí misma honrando a sus difuntos».
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