
1939 | La invasión de Polonia, «un día con poca historia» aquí
La calle de la memoria ·
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La calle de la memoria ·
Mientras llegaba la noticia del inicio de la Segunda Guerra Mundial, San Sebastián vivía una jornada casi como las demásUna imagen melancólica y borrosa como extraída de un film de Fellini. Un día con poca historia, casi como todos los demás...».
Así evocaba el ... articulista Carlos Sentís la atmósfera de relativa placidez vivida en San Sebastián el 1 de setiembre de 1939, o sea, en la jornada en que las tropas nazis invadieron Polonia en lo que marcaría el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Enseguida volvemos a sus recuerdos, pero antes, para ambientarnos más en aquella Donostia que escuchaba a lo lejos tambores de guerra, echamos un vistazo a las ediciones de DV de los primeros días de septiembre de hace ochenta años.
El día 1, por encima de la propia mancheta del diario, se pudo leer: «Europa vive ya horas decisivas para la paz o la guerra». Al día siguiente: «Planteada la guerra entre Alemania y Polonia, Inglaterra y Francia requieren al Reich, por medio de sus embajadores, que cesen las hostilidades y retire sus tropas del territorio polaco». El periódico incluía con detalle el discurso de Hitler en el Reichstag, en aquella fecha en que en el teatro Victoria Eugenia se representaba la obra de Antonio Quintero 'El delirio'. El 5 de septiembre se destacaba que «España observará la más estricta neutralidad».
Entre muchas informaciones oficiales, primeros partes de guerra y especulaciones, cuesta encontrar en aquellos primeros días referencias a cómo se vivió en San Sebastián aquel tiempo de gran preocupación apenas cinco meses después de haber concluido la Guerra Civil española.
Volvemos para ello al artículo que treinta años más tarde escribiría en DV Carlos Sentís, evocando aquel septiembre de 1939 en que él se alojaba en el hotel María Cristina.
«En aquel San Sebastián de los permisos de guerra, del Bar Basque, del Gaviria o del Café Madrid (...) se tomaba el café a pequeños sorbos, saboreándolo como la misma paz recién estrenada. Dado aquel ambiente, reposado y casi 'sin historia', es difícil para mí reconstruir por entero aquella decisiva jornada».
«Recuerdo, eso sí, que pasé parte de la mañana en la playa semidesértica de Ondarreta. Porque era entonces la playa del Cuerpo Diplomático. El impacto allí era más visible y no por ninguna presencia, sino por la ausencia de algunos habituales que la noticia, llegada a primeras horas de la mañana comunicando la entrada al alba de las tropas germánicas en Polonia, había retenido en sus mesas de trabajo».
En todo caso, destacaba Carlos Sentís la falta de conciencia ni de los ciudadanos ni de los políticos de que aquella invasión abriría la guerra de mayores proporciones de la historia.
Como presentimiento del terror venidero, sólo guarda Sentís el rostro difuminado de una mujer rubia llorando en Ondarreta. «Y precisamente aquella misma mañana, de euforia alemana, de 'Deustchland uber alles', vio llorar, disimulándose tras un toldo, una rubia alemana. Es la única imagen clara y definida que conservo de aquel día».
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