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Agur, agur, ciudad querida!», escribía con emoción un veraneante hace sesenta años.
En realidad, el veterano Pedro Díez de Rivera, marqués de Someruelos, era más ... que un mero veraneante. Su pasión por San Sebastián le había hecho alargar su estancia veraniega antes y después, desde primeros de julio hasta bien entrado octubre, para pasar más tiempo en una ciudad de la que ya se sentía parte.
Al tener que regresar a Madrid en 1963, escribió una muy sentida carta, que reprodujo EL DIARIO VASCO el 13 de octubre. Empezaba así...
«Ha llegado el, para mí, tristísimo momento de separarme de ti, bendito y único San Sebastián! ¡Ciudad preciosa, ideal, protegida de Dios en todo y por todo! ¡Tristísimo día el de mañana, domingo! Siento que se nubla mi alma y se desgarra mi corazón. ¡Qué separación ésta más dura, más dolorosa!».
1963
Tenía 77 años y adoraba nuestra ciudad, en la que llevaba veraneando desde niño. Pedro Díez de Rivera seguía bañándose en la Concha y su peor momento del año era cuando tenía que despedirse de la «no Bella, sino Bellísima Easo»
Se le notaba desgarrado a don Pedro, aunque ya tenía que estar acostumbrado a dejar nuestra Donostia, puesto que llevaba haciéndolo... Mejor dejamos que lo cuente él mismo en aquel texto.
«El primer momento de decirte 'adiós' fue hace setenta y tres años; tenía yo cuatro cuando mi padre, cogido yo a su mano, me dio el primer baño en una playa única en el mundo, salón verdadero que Dios coloreó para que lo bañara esa mar tan variante como hermosa. Y al quererme sacar de sus aguas, rompí a llorar, no por querer salir más de prisa y pisar la playa, sino por todo lo contrario (...)».
Aquel sería el primero de miles de baños en la Concha...
«Este año -escribía Pedro Díez en 1963- me voy con 101 baños desde el 3 de julio que llegué de Madrid. Es un bonito capicúa para un 'chaval' como yo, que no tiene más que 77 años».
«Aquí soy feliz»
El veterano marqués madrileño tenía un acentuado orgullo donostiarra...
«Soy más donostiarra que el que más lo sea. Aquí, en el Buen Pastor, tengo enterrados a los que me trajeron al mundo, y a los que tanto quise. Aquí fui novio de la que, desde hace 52 años, es mi mujer, y aquí soy feliz y más conocido que nadie. ¡Preguntad! ¡Preguntad si conocen al general don Pedro!».
Al más que veraneante se le acumulaban los recuerdos en nuestra ciudad, a la que llamaba «no Bella, sino Bellísima Easo» y que seguía disfrutando a diario, paseando entre el Pico de Loro y el Club Náutico «rodeado de paz», o subiendo alguna vez, a sus 77 activos años, hasta el Sagrado Corazón de Urgull.
Pedro Díaz de Rivera era un fan declarado y entusiasta de San Sebastián. «Y escribo lo que escribo por creerme con derecho a hacerlo, por ser el bañista en activo más antiguo y el veraneante que más quiere a San Sebastián. ¡Agur, agur, ciudad querida! ¿Volveré el 64...? A Dios se lo pido con toda mi alma», terminaba.
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