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La plaza de Bilbao, con su suelo enlosado, sus arbolitos y su fuente central, es uno de los rincones más lindos de lo que antes ... se llamaba el área romántica. Por eso nos llama la atención encontrar, hace 45 años, textos despectivos hacia la plaza y, sobre todo, hacia su fuente.
Hay que situarse. En 1978, ni la calle Getaria ni la mayor parte de la plaza de Bilbao eran peatonales sino que estaban tomadas por los automóviles. No había arbolado, sino estrechas aceras y muchos vehículos, aparcados en batería algunos y otros dando vueltas alrededor de una rotonda, que en 1978 fue sustituida por una gran fuente luminosa.
La fuente nació con mal pie. Se estropeó pronto, estuvo largo tiempo fuera de servicio y cuando se reparó también fue acumulando varias averías. Creemos recordar que hasta que no se modificaron sus surtidores, cambiando unos secundarios, diferentes pero sensibles, que se movían creando chorros en forma de hélice, no acabó de funcionar con normalidad.
El caso es que en 1978 los donostiarras teníamos una fuente nueva, supuestamente fantástica pero que no marchaba. Y muchos le cogieron manía. En DV se despachaban a gusto con la situación.
1978 La fuente de la plaza de Bilbao nació con mal pie.
Su vasija tuvo filtraciones y sucesivas averías sus surtidores. Criticaban su tamaño excesivo y que estuviera «seca como el paladar de un beduino sorprendido por el simún abrasador»
El 31-VIII-1978 escribieron en 'Sirimiri' contra «la tinaja de la plaza de Bilbao, seca como el paladar de un beduino sorprendido por el simún abrasador. Pueden dormir tranquilos los residentes en la redonda plaza, que por culpa de la humedad que transmitan al ambiente sus chorros y surtidores de la fuente no sufrirán ataques reumáticos (...). Además, al faltar los surtidores y sus juegos de luz en la noche, se ve más la vasija de cemento, que no es precisamente una obra de arte».
Tal día como hoy, el 5 de septiembre de hace 45 años, nuestro diario volvió sobre el tema, paradójicamente bajo una foto con la fuente en perfecto funcionamiento. Escribían sin piedad: «La fuente luminosa de la Plaza de Bilbao es proyecto que no ha tenido muy buena acogida por los donostiarras. Para colmo, ni da luz, ni suelta agua».
Antes de entrar en los problemas de funcionamiento, criticaban su tamaño: «Una fuente grande, que come el recinto de la Plaza de Bilbao, sin más detalles estéticos, no llama la atención. Sí llama la atención el que no funcione. Tampoco importa mucho que esto y más ocurra en un conjunto urbanístico declarado de interés artístico».
Apuntaban un dato sobre los fallos iniciales de la instalación: «Resulta que el vaso de cemento tiene filtraciones, y este catarro permanente con destilación requiera una cura: la impermeabilización».
Se atrevían a sugerir en DV que se liberase a la plaza del aparcamiento de coches, que podrían trasladarse al cercano paseo de los Fueros. Pero la fuente no la defendían: «La fuente luminosa ni luce ni tiene agua (...). Es un pegote al que su decadencia de estilo no presta vivificación alguna al lugar. Al contrario, en creencia del público, asfixia al conjunto».
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