1949 | Pedían agua «aunque sea solamente una hora diaria»
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En una villa de Altza únicamente habían podido disfrutar de suministro durante cuatro días en un mesMIKEL G. GURPEUI
Lunes, 2 de septiembre 2019, 06:05
Durante parte del franquismo, hasta el desarrollo de nuevas infraestructuras, los suministros básicos eran precarios. Los donostiarras estaban acostumbrados a los cortes de ... electricidad y agua. Hoy nos quedamos con los segundos. En los veranos de 40 y 50 aparecían en el diario informaciones sobre cortes anunciados y quejas sobre otros producidos de imprevisto. En el palacio de Aiete manaba agua en cantidad pero no se podía decir lo mismo de otras zonas y pisos altos de la ciudad. El récord de cuanto se publicó acaso lo tuviesen en una villa de Altza, cuyos moradores enviaron una carta que DV publicó hace 70 años.
«Los inquilinos de la villa Leandra-Enea, Alza, del barrio de Gomistegui, se dirigen a quien corresponda para que se interesen un poco de procurar que se les suministre agua aunque sea solamente una hora diaria, porque suponemos que no hay derecho a que durante el mes de julio sólo ha llegado el agua cuatro días en todo el mes, siendo los únicos días el 16 y 17 y 24 y 25 del mismo, y lo que va de agosto hasta la fecha sólo el día 7, y nos parece que con un poco de buena voluntad no sería muy difícil darnos una hora o dos al día para el bien de la higiene y la salud pública».
Mucha desesperación, aunque también bastante resignación, traslucía la carta de aquellos altzatarras, que se conformaban con tener agua una hora al día, acostumbrados a que el líquido elemento asomase por los grifos muy de vez en cuando.
El problema no era únicamente local. En el mismo ejemplar de DV, el corresponsal en Madrid se refería a que «el fantasma del agua sigue apareciendo en las secas noches madrileñas». En la capital se suprimía el suministro aquel verano de 11 de la noche a 2 del mediodía, y no cesaban los rumores de que aún aumentaría...
Entre nosotros, la preocupación por la escasez se traslucía de vez en cuando en las páginas impresas. Días, antes, el 23 de agosto de 1949, en la sección 'Saski-naski' de DV se había podido leer: «Los vecinos de la calle de Miraconcha, mientras contemplan los grifos sedientos de sus casas, pueden presenciar cómo en los jardines públicos que allí existen está regándose con la manga, y en una envidiable abundancia. Ellos no es que pretendan secar los jardines. Pero esos vecinos quieren que así como riegan las flores, los mangueros pasaran, de vez en cuando, a su domicilio, y les dieran una ducha».
El agua llegaba discriminadamente. Con su poca fuerza, se quedaba en los pisos bajos, como recordaba una carta publicada días después, el 31-VIII-1949: «Mala época atravesamos; gran sequía, calor y falta de agua, originando restricciones para las personas que, como yo, vivimos del tercero para arriba y no poseemos más que una modesta ducha; lo cual quiere decir que no acaparamos agua en las bañeras. Fíjese en que las personas más modestas, es decir, las que viven del tercero para arriba, son las que tienen más cantidad de niños. Somos, sin embargo, las que recibimos, de ocho a doce de la mañana, un hilo de agua, obligándonos a movilizar jarras, pucheros y cazuelas, mientras en los pisos de las bañeras se vacían éstas y se coge nuevamente el agua en abundancia».
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