
1954 | Se fue, sin que nadie la viera, una gaviota refugiada en la plaza de Gipuzkoa
La calle de la memoria ·
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La calle de la memoria ·
En los años 50, cuando los 'Ecos de Sociedad' no daban mucho de sí, Ángel Azcona utilizaba su sección para escribir bonitos apuntes sobre la vida cotidiana. El 19 de septiembre de 1954, por ejemplo, se refirió tanto a la fauna de la plaza de Gipuzkoa como a los entrañables sonidos del afilador.
Curiosamente, no escribía de los famosos cisnes y patos del estanque, sino de unas habitantes temporales, las gaviotas...
«Una de las tres gaviotas lisiadas que buscaron refugio en el estanque de la Plaza de Guipúzcoa hace varios días que volvió a remontar el vuelo y se fue a unirse con sus compañeras. Sin que nadie la viera despegar de su pequeña roca rodeada de agua dulce por la que navegan majestuosamente los cisnes. Tal vez se dieran cuenta de su partida las otras dos gaviotas y la contemplaran con la tristeza infinita de no poder acompañarla».
«Será más feliz ahora meciéndose en el mar y durmiendo en las rocas de Ulía, pero es posible que recuerde llena de agradecimiento la hospitalidad que en su desgracia le brindó el pequeño romántico estanque de la bellísima plaza donostiarra».
El cronista también se detenía en el silbo del afilador...
«Cuando yo era niño, tenía un amiguito muy romántico que siempre iba vestido de terciopelo negro con encajes y lucía preciosos bucles en su rubia cabellera. Su única ilusión era llegar a ser afilador. Cuando oía las notas del silbo de un afilador, le enternecían de tal forma que me hacía callar: 'Escucha, escucha bien esa preciosa música'. Y cerraba los ojos para mejor apreciarla».
«Yo le hacía rabiar lanzando gritos y él se ponía furiosos. Pero ahora, al recordar esto, creo que aquel niño tenía razón. Las notas del silbo del afilador tienen encanto especial. Son melancólicas, suaves, se dejan oír en las calles para que no reparen en ellas más que aquellas personas que necesiten afilar sus cuchillos, tijeras y navajas. Pero esas notas llevan sentimiento y nostalgia del lar».
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