El milagro de Kyra

Once años atrás, este periódico se hacía eco de la vida de Kyra, un perrita labradora que vivió primero un abandono, y tras ser adoptada por la familia de Ben Parhan, un holandés afincado en Euskadi, recibió una noticia devastadora de la que nunca fue consciente. Su pequeño corazoncito canino padecía una grave afección cardiaca y el pronóstico no le daba más de unos meses de vida... A lo sumo, un año. Kyra vivía feliz, ajena a su destino, jugueteando con Maui, su amiga perruna del alma. «Estaban juntas en la jaula y tras anularse su adopción con otra familia decidimos adoptarla también. Desde entonces, son inseparables».

En el corazón de Kyra resonaba un soplo enorme, el diagnóstico rezaba una 'displasia de tricúspide y una anomalía Ebstein', un doble defecto cardiaco inoperable. Al menos, esa era la teoría. Sin embargo, su familia de adopción, lejos de rendirse, buscó la forma de alargar un hilo de esperanza, «con más corazón que cabeza, pero contactamos con la Clínica Universitaria de Animales de Compañía de Utrecht, un centro puntero de mi país de origen, Paises Bajos». Estos les pusieron tras la pista de unas técnicas quirúrgicas en desarrollo que sólo practicaban tres veterinarios en todo el mundo. Uno era inglés, otro japonés y el tercero, estadounidense. Contactaron con todos rápidamente, enviando el historial veterinario de Kyra.

El especialista norteamericano nunca contestó y el cirujano japonés quiso operarla sin experiencia previa en este tipo de intervención. El largo viaje y la cuarentena eran un hadicap importante y «nos trasladó su interés por operarla en Italia de forma gratuita, con la condición de que pagaramos el traslado y alojamiento de su equipo de 15 personas. Lo descartamos porque nos pareció que íbamos a financiar un ensayo clínico a precio de oro». Se decidieron finalmente por Daniel Brockman, del Royal Veterinary College de la Universidad de Londres, quien les monitorizó un proceso en el que únicamente operarían a Kyra cuando comenzara a retener líquidos en el abdomen.

Mientras tanto, tendría que tomar las cuatro medicinas prescritas por su veterinario local, Kike Subijana. «La idea era reparar la válvula, mantenerla. Todos los meses íbamos a mandar una ecocardiografía para ver la evolución. Dan nos dio tranquilidad y nos dijo que operaría junto un cirujano que ya tenía experiencia en estos casos con humanos. Además lo haría a precio de coste». Aún así la cifra era superior a los 14.000 euros. «Teníamos algunos ahorros en una cuenta, unos 4.000 o 5.000 euros, pero eran insuficientes».

Una conversación con su gestora bancaria les puso en contacto con Óscar Parrondo, de la Asociación de Protección Animal Boj, quien a su vez amplió la red de colaboradores a la Asociación Bubastis, la peluquería canina Mireia Berenguer o la de Korapilo de Hernani, entre otros. «Se ideó un plan para salvar la vida de Kyra, pero también para difundir una declaración contra el abandono animal. Kyra fue abandonada por no ser vendible».

Comenzaron a publicar el caso de Kyra «en una página de Facebook, en otra de 'crowdfounding', colgamos carteles, hicimos rifas, dejamos huchas en las panaderías de Ogi Berri, en tiendas de animales y organizamos multitud de eventos. Cuatro integrantes de la Orquesta Sinfónica de Euskadi tocaron de forma voluntaria, hicimos mercadillos, un corte de pelo canino solidario...». Ben maneja una lista interminable de colaboradores que no quiere dejar en el olvido, pero remarca el apoyo de PACMA y sobre todo un reportaje de Karel López en DV, que «fue clave para darle repercusión. La sociedad de Gipuzkoa se volcó con nosotros».

«Nos llegó al corazón, no sólo porque se abrió la posibilidad de salvar a Kyra, sino porque la gente lo hizo en momentos de crisis». Nunca se le olvidará el gesto que les llegó desde la peluquería canina Amigos Peludos de Trintxerpe. «Eran Navidades y entraron tres niñas a la peluquería a cartar villancicos. Al ver la hucha para Kyra preguntaron por ella y cuando les explicaron el caso decidieron donar todo lo que habían recaudado esa mañana. Ojalá pudiera agradecérselo en persona. Sólo sé que se llamaban Clara, Naroa y Lucía».

El aluvión de donaciones les llevó a a doblar lo ahorrado y alcanzar 8.876,67 euros en la cuenta de Kyra. Decidieron parar los eventos porque «otras causas animalistas necesitaban atención y porque el sueño de alcanzar la cifra necesaria ya era posible». Ben recuerda que «pudimos soñar gracias a toda la sociedad». Mientras tanto, Kyra aguantaba, ajena al trajín de eventos en los que estaban inmersos sus amos. «Su evolución no empeoraba, no tenía líquidos. También visité el centro donde la iban a intervenir». Todo iba por el buen camino.

La vida de Kyra siguió juguetona y apacible junto a Maui. La familia de Ben siguió las pautas de su medicación y año tras año su evolución era favorable. «Llegó un momento en el que por la edad de Kyra, su operación era desaconsejable». Se había obrado un milagro, día a día. Con la nueva realidad ante sus ojos, la familia Parham decidió devolver cada euro y cada céntimo a la sociedad que se había volcado con ellos. «La gente nos hizo soñar. Cuando uno está en una situación vulnerable, es difícil describir las emociones de cuando llega esa ayuda. La sociedad vasca se volcó y nunca lo olvidaremos».

La decisión de devolver todo lo recaudado trajo consigo la selección de los proyectos de protección animal a los que ayudar. «Buscamos destinar sumas de dinero donde pudiera marcar diferencias, a varios proyectos serios, los más diversos posibles». No sólo lo recaudado. En vista del apoyo recibido, decidieron sumar todos sus ahorros previos de la cuenta de Kyra. Los agraciados fueron Boj, Bubastis o Tximas, entre otras asociaciones.

Ben remarca que han ayudado al rescate de gatos callejeros, adopción de perros maltratados, animales de granja abandonados, cuidado y reinserción de animales silvestres y más proyectos, realizando una donación global de 9.000,67 euros, para devolver como dijeron, hasta el último céntimo recibido. «Hemos visto con nuestros propios ojos lo que se hace en los proyectos mencionados. Es increíble el esfuerzo realizado por muchas personas y todo lo que se ha logrado».

El final feliz lo protagonizan la labradora Kyra y la mastina Maui, las «dos abuelitas de casi trece años, que siguen viviendo juntas y felices». Ben quería compartir sus buenas vidas antes de que se marcharan. Especialmente la de Kyra, la 'Chica Milagro' como la bautizó su veterinario de confianza. «Con la patología que sufría era casi imposible llegar a su edad. Casi».