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A. NÚÑEZ
Sábado, 1 de octubre 2022, 06:58
Venicia Goya lleva toda su vida en Legorreta. Nació en una casa de la plaza y sigue viviendo cerca. A sus 95 años tiene el hogar lleno de recuerdos, fotografías de familia, y también trabajos manuales hechos por ella. «Siempre ha sido muy manitas, ... le han gustado las manualidades, punto de cruz, esmaltes...», apunta su hija Maite. «Ahora no puedo hacer eso porque las manos no me permiten», agrega Venicia.
Conoció a su marido cuando era muy joven, «tanto que mis padres me mandaron a un internado en Zumaia dos años. Pero luego no tuvieron más que aceptarlo y nos casamos», recordaba ayer Venicia. Tuvieron cinco hijos, «tres chicas y dos chicos. No puedo decir nada malo de ellos», dice con orgullo. Cuatro viven cerca y le visitan siempre que pueden, y Maite reside en Madrid y llegó ayer para estar dos semanas con su madre.
Se casó joven y al principio se dedicó a la casa y a sus hijos. Su marido regentaba una de las cuatro carnicerías que había en Legorreta en aquella época. Pero enviudó con 36 años y «cogió el toro por los cuernos y se hizo cargo de la carnicería, sin haber trabajado nunca en eso. Tenía familiares carniceros y le ayudaron al principio para que aprendiera», recuerda su hija, que es la mayor de los hermanos y entonces tenía diez años.
«Era todo muy artesanal, todo lo hacía a mano. ¡Cuántos mondejus y morcillas habré hecho!», explica recordando todo lo que se trabajaba en aquel tiempo. Su hija añade que «nos mandaba a los hijos a recoger orégano al monte, todos los ingredientes eran naturales. Hoy en día cuando vengo, todavía voy a recoger orégano para llevármelo a Madrid».
Eran años en los que había varias empresas grandes en Legorreta, «la papelera, la cantera... hoy en día no queda ninguna de aquellas. Se trabajaba mucho», rememoran madre e hija. Ninguno de los hijos continuó con la carnicería, «cerró cuando llegaba la época de las grandes superficies. Pero nos sacó adelante a los hijos gracias a ella», valora Maite.
Venicia trabajó en la carnicería más de veinte años, hasta que tuvo una caída y debió jubilarse. «Pero ha sido una persona que se ha movido. Es muy coqueta, le gusta prepararse y salir con las amigas», cuenta su hija. «Antes tenía unas primas y unas amigas en Donostia y los domingos se iba allí a pasear, tomar el café, ir al cine... pero murieron y solo queda ella».
Ahora no le gusta salir de casa tanto como antes, «salía a por 'hilo negro', que era una excusa para tomar algo, pasear y salir un rato de casa». Pero hoy en día es más hogareña. «Los días que hace bueno salgo a la terraza, veo el monte, tomamos el café ahí», indica.
«A mi madre ahora le gusta sentarse en un banco o en una terraza y ver a la gente pasear», cuenta su hija, «aunque durante años hizo muchos viajes». «Fui con el Imserso a Benidorm, a Francia... tengo una hermana en Venezuela y la visité tres veces y me quedaba unos meses. Otras veces venía ella», explica Venicia.
Al hogar del jubilado Aldaieta va poco, aunque sí participaba en algunos eventos, y hace tres años recibió el homenaje en el Día del Jubilado, «el último antes de la pandemia». Guarda el recorte de la crónica de Legorreta de aquella fiesta, que no se ha vuelto a organizar hasta este año. «La pandemia la pasé bien, en casa. Me puse las vacunas y ahora dicen que nos tienen que poner la cuarta, así que...». Será de las primeras en recibirla con sus 95 años.
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