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Samara Valdés reivindica, alto y claro, que «a los gitanos no se nos tiene que tomar por personas que no hacemos nada. No merecemos estar ... arrinconados en una esquina. No nos vamos a quedar atrás», insiste en el Día Internacional del Pueblo Gitano, con ganas de romper con los prejuicios y los estigmas que aún rodean a esta comunidad. Y qué mejor ejemplo que el suyo para hacerlo. A sus diecisiete años, la hernaniarra ha terminado un grado medio de auxiliar de enfermería y su camino en el ámbito sanitario no ha hecho más que empezar. «Quiero ser enfermera», adelanta . En su casa siempre ha quedado claro que «o estudio o trabajo, pero algo hay que hacer. No me puedo quedar parada», cuenta, dejando claro que las familias gitanas avanzan y que la suya «es todo lo contrario a los estereotipos» que se suelen asociar a esta comunidad.
Con la misma convicción con la que habla de su futuro, Samara admite que su etapa en el colegio no fue del todo sencilla. Recuerda a la perfección los comentarios que soportaba a diario. «Cuando era pequeña sí que solían llamarme 'la gitana' y me decían cosas como 'yo a ti te pago el cole'», algo que en el momento «duele y molesta», admite, pero ahora es capaz de contarlo sin que le afecte. «Al final he terminado mejor que ellos», añade en tono jocoso. Samara está orgullosa de quién es, aunque en su día tuviera que aprender a camuflar ciertos comportamientos para sentirse integrada en clase o en el patio. «Los niños de mi cole se metían conmigo, desde pequeña he estado apartada y trataba de no usar ciertas palabras o hacer ciertos gestos para que no me señalaran como 'la gitana' ni hicieran comentarios como 'eso es muy de gitano'». Un ejemplo de ello es «que en vez de decir 'pues' decía 'pos'. Por estos pequeños detalles ya todos decían 'ay, mira la gitana lo que ha dicho'». Y es que «hay algunas cosas que yo quería hacer o decir y no las decía por evitar que me dijeran algo», añade.
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Con todo esto, desde bien pequeña, Samara se vio obligada a «aprender a desaprender» estos pequeños detalles que le hacían destacar del resto y le convertían en un blanco fácil para burlas o bromas, actitudes que han dejado una marca profunda en su identidad. «Es muy raro. Desde pequeña he tenido que camuflarme y me he centrado más en cómo ser que en ser quien soy de verdad», confiesa. Es más, a día de hoy, incluso con sus amigas más cercanas «con las que me llevo súper bien, no soy la misma persona que la que soy dentro de casa», confiesa.
A pesar de todo, Samara quiere ser enfermera. Lo tiene claro desde «tercero de la ESO» y, a diferencia de lo que suele pensarse sobre las familias gitanas, a la de Hernani siempre le han «motivado e impulsado a estudiar y trabajar, además, es lo que yo quiero hacer», apunta. Ha terminado el grado medio de auxiliar de enfermería y ahora «estoy mirando diferentes grados superiores como el de radiología o de higiene bucodental», cuenta emocionada por lo que le espera. De ahí, en base a sus estudios superiores, seguirá formándose en «enfermería u odontología».
No le da más vueltas al hecho de que las personas gitanas todavía son una minoría en el ámbito de la salud. Pero por suerte, Samara tiene referentes cercanos que también han apostado por especializarse en el ámbito de la salud como «mi tía y una amiga, que han estudiado lo mismo que yo». Así, asegura que en su experiencia laboral de prácticas «no he tenido problemas con ningún paciente, ni con nadie. Por los apellidos es fácil darse cuenta de que soy gitana y a veces me han mirado raro, pero no he recibido comentarios», puntualiza en el Día Internacional del Pueblo Gitano, un día que sirve para recordar a la sociedad que «no estamos ahí parados sin hacer nada y que sabemos hacer las cosas perfectamente, igual que los demás», defiende.
Son las nuevas generaciones, personas como Samara, las encargadas de desmentir los estereotipos generalizados hacia los gitanos, «como esa idea de que nos casamos y tenemos hijos a los quince años», señala. También son independientes y autosuficientes sin un hombre al lado. «No nos quedamos en casa esperando al marido», insiste. Es más, en un futuro cercano «me veo trabajando y, si puedo, independizada. Teniendo mi vida, pero sola, no con un hombre al lado». Samara tiene claro que «lo primero son los estudios y en un futuro, más adelante, ya me casaré y tendré hijos, pero de momento no me lo planteo», subraya.
A raíz de este Día Internacional, el Defensor del Pueblo emitió ayer una declaración destacando las «dificultades» que enfrenta la comunidad gitana para acceder a una vivienda digna debido a la «discriminación en el mercado inmobiliario y la precariedad económica». El Ararteko también recordó que muchas familias gitanas se ven «forzadas a depender de otras familias vulnerables o a vivir en asentamientos informales y vehículos». Subrayó además que el acceso a la vivienda es «un pilar esencial» para garantizar el ejercicio de otros derechos humanos y la participación social, laboral y económica de las personas gitanas. En este sentido, la Estrategia Vasca con el Pueblo Gitano 2022-2026 establece acciones en áreas como vivienda, empleo, salud y educación, con el fin de luchar contra la discriminación y promover la igualdad de derechos y oportunidades.
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