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Dos investigadores trabajan en la sala blanca de Nanogune.

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Dos investigadores trabajan en la sala blanca de Nanogune. Lobo Altuna

Nanogune ya se ha hecho grande

El centro de investigación cumple diez años consolidado como un referente en nanociencia. Por sus laboratorios de Donostia han pasado 600 investigadores de todo el mundo en una década

Javier Guillenea

San Sebastián

Domingo, 27 de enero 2019, 08:04

Pedro Miguel Etxenike y José María Pitarke, presidente y director de CIC Nanogune, respectivamente, toman asiento en el despacho de este último. El escritorio está atestado de papeles pero no da sensación de desorden. Es, como mucho, un desorden controlado, un caos a pequeña escala en el que uno siempre encuentra lo que necesita. De una de las paredes cuelga una pizarra repleta de fórmulas o como se llame esa sucesión de números, letras y signos que solo entienden los iniciados. Quizá allí esté, oculta tras un épsilon, la respuesta a un gran enigma. Nunca se sabe con esto de la ciencia

«Esto lo hicimos nosotros», dice Etxenike a Pitarke mientras señala una especie de triángulo -puede que lo sea- rodeado de números. Están dibujados en una esquina, lo que les permite quedar a salvo cuando el director borra unas cuantas fórmulas para explicar al visitante algunas cuestiones básicas sobre la longitud de onda de la luz. No hay más remedio que poner cara de comprensión para que la explicación no se alargue. La pizarra está llena de trazas de tiza, por ella han pasado incontables ecuaciones, fórmulas y teoremas, toda una historia que el próximo miércoles cumple diez años de vida. La que se disponen a contar Etxenike y Pitarke.

Pedro Miguel Etxenike y José María Pitarke Lobo Altuna

El 30 de enero de 2009 abrió oficialmente sus puertas el centro de investigación de nanociencia CIC Nanogune, en el campus de Ibaeta de la UPV/EHU. Ese día se hizo realidad una idea que se había gestado en 2005 en el marco de la estrategia Nanobasque, impulsada por el Gobierno Vasco para promover en Euskadi el desarrollo de la nanotecnología, un campo orientado al diseño y creación de materiales y dispositivos a través del control de la materia a pequeñísima escala.

«El centro está obligado a darse prisa pero para ello debe de tener un entrenamiento de fondo»

Pedro Miguel Etxenike, Presidente de Nanogune

«Se han creado las condiciones para que la vanguardia en investigación nos elija»

Pedro Miguel Etxenike, Presidente de Nanogune

Las obras comenzaron en mayo de 2007 en un solar cedido por la UPV después de haberse desechado las opciones de Vizcaya y del parque tecnológico de Miramón. En año y medio se levantó un edificio de 6.000 metros cuadrados y otros 2.700 de aparcamiento subterráneo. En su interior se acondicionaron una sala blanca de casi 300 metros cuadrados y otros nueve laboratorios para química, biología, caracterización y cultivo de bacterias, óptica con láseres y microscopía de campo cercano, magnetismo, deposición de capas, preparación de muestras y microscopía de fuerza atómica.

En la actualidad, Nanogune tiene quince laboratorios, una plantilla de 110 personas y diez grupos de investigación

Las instalaciones comenzaron a funcionar con cinco equipos que cargaron sobre sus hombros la misión de hacer investigación de excelencia en nanotecnología para incrementar la competitividad empresarial y el crecimiento económico del País Vasco. La idea era la de convencer a investigadores de prestigio de todo el mundo para que trabajaran en un centro de nueva creación y para ello nada mejor que ofrecerles las más avanzadas infraestructuras y una garantía de continuidad en su trabajo.

Flujo constante

Es un reto que aún se mantiene vigente. «Nuestra misión es la misma que el primer día, nacimos con un objetivo y lo hemos cumplido, la prueba es que hemos firmado contratos con empresas y hemos creado otras nuevas», asegura José María Pitarke. También han crecido. Un año después de su apertura, en el centro trabajaban 61 personas de 15 países, de las que 44 eran investigadores. En la actualidad, Nanogune tiene quince laboratorios, una plantilla de 110 personas y diez grupos de investigación. Desde su nacimiento, por el centro han pasado 600 personas (250 en plantilla, cien alumnos en prácticas y 250 visitantes). «Algunos se han incorporado a centros tecnológicos y empresas del País Vasco y otros han ido a otros países. El nuestro es un centro en rotación en el que hay mucho flujo. Eso es lo que queremos, tendríamos un problema si en otros lugares del mundo no quisieran a gente de Nanogune», afirma su director.

Imagen principal - El centro de investigación Nanogune ya se ha hecho grande
Imagen secundaria 1 - El centro de investigación Nanogune ya se ha hecho grande
Imagen secundaria 2 - El centro de investigación Nanogune ya se ha hecho grande

«En estos diez años nos hemos consolidado», recalca Pitarke. Con esto no quiere decir que haya llegado el momento de descansar. La nanociencia es una disciplina en constante ebullición y uno no puede quedarse parado si no quiere perder el tren. «Siempre vamos a ir a más, somos ambiciosos, no nos conformamos con lo que tenemos», dice Pitarke. «Esta es la industria del futuro y queremos contribuir a su desarrollo», añade Etxenike, que recuerda una frase de 'Alicia en el País de las Maravillas': «Hay que correr mucho para permanecer en el mismo sitio». Lo que también quiere decir que si alguien quiere cambiar de lugar tiene que correr el doble.

Nanogune no puede detenerse, la suya es una carrera de fondo pero también un esprint constante. «La propia velocidad de lo que hace el centro le obliga a darse prisa pero para ello debe de tener un entrenamiento de fondo», asegura Etxenike. Y también le obliga a estar alerta para aprovechar todas las oportunidades que puedan surgir en el camino. «Se trata de mantener un equilibrio, de combinar la investigación a largo plazo con actividades específicas orientadas a aprovechar en todo momento las oportunidades del presente», señala Pitarke.

«Un ejemplo de ello fue la creación de Graphenea, una empresa que nació en 2010 para fabricar grafeno, un nuevo material descubierto en 2004 en el que se tienen depositadas grandes esperanzas por sus extraordinarias propiedades físicas. Cinco años después de su creación, esta compañía alzó el vuelo y ahora se halla instalada en el Parque Tecnológico de Miramón. En la actualidad cuenta con 600 clientes en más de medio centenar de países.

Además de Graphenea, de Nanogune han surgido otras cuatro empresas. Una de ellas es Simune, una firma de servicios personalizados de simulaciones a escala atómica y simulaciones electromagnéticas. Ctech-nano ofrece por su parte servicios de recubrimiento personalizados y herramientas de recubrimiento específicas. «Usamos una técnica de deposición de capas atómicas para dotar a los materiales de propiedades a la carta», explica Pitarke. La empresa también vende a otras los equipos necesarios para utilizar esta tecnología.

Una cuarta compañía surgida de Nanogune es Evolgene, que trabaja en la reconstrucción de enzimas ancestrales que existieron hace miles de millones de años. «Se recuperan con recursos bioinformáticos y datos genómicos y se recomponen aquí. Son enzimas extremadamente eficientes que operan en condiciones adversas que hoy en día ya no existen. Se utilizan en distintos procesos industriales como la producción de biofuel o en cosmética», dice Pitarke. Asimismo, en 2015 Nanogune abrió una nueva línea de trabajo encaminada a la creación de la empresa Prospero, cuya misión es desarrollar un innovador detector de moléculas que será integrado en espectrómetros de masas.

A esta lista se le une Biotech Foods, una compañía en la que participa Nanogune, que en 2017 entró de lleno en la frenética carrera entablada en todo el mundo para crear carne cultivada en laboratorio a partir de células animales. Esta empresa, que ha centrado sus esfuerzos en el porcino, prevé empezar a comercializar sus productos en 2021.

«Hemos aprovechado siempre las oportunidades que se nos han presentado», insiste Pitarke. De lo que se trata es de combinar en su justa medida el largo, medio y corto plazos. Lo que se sembró hace una década está llegando ahora en forma de resultados. «Se han creado las condiciones para que la vanguardia en investigación nos elija a nosotros», recalca Etxenike, que compara estas condiciones con el bambú. «Tarda siete años en desarrollar sus raíces, a las que debe toda su fortaleza. Es una planta extraordinaria por lo que se ve y por lo que no se ve».

Tesis doctorales

De los laboratorios de Nanogune han surgido 39 tesis doctorales y otras 32 están en fase de preparación. También han nacido importantes investigaciones como la de Rainer Hillenbrand, que en 2012 publicó en 'Nature' un artículo con la primera medida directa de plasmones de grafeno que se hizo en el mundo. Este trabajo, en realidad un truco para meter luz en la escala nano, se ha convertido en uno de los más citados del mundo y ha dado pie a una extraordinaria actividad investigadora en todo el planeta en busca de nuevos dispositivos optoelectrónicos.

El presupuesto anual de Nanogune es de seis millones de euros, una cantidad en la que no se incluye el millón que Ikerbasque destina a sus investigadores. Del centro han salido catorce patentes, nueve de ellas en explotación, y más de 800 artículos publicados en revistas especializadas. También colabora con diversas empresas y está desarrollando aplicaciones como dispositivos biomédicos para la detección precoz del Alzheimer.

«Nuestra misión es la misma que el primer día. Nacimos con un objetivo y lo hemos cumplido»

José María Pitarke, Director de Nanogune

«Siempre vamos a ir a más. Somos ambiciosos y no nos conformamos con lo que tenemos»

José María Pitarke, Director de Nanogune

Una patente de Nanogune y de la Universidad Técnica de Dinamarca ha llevado a la creación en el país nórdico de un dispositivo portátil de bajo coste para realizar análisis clínicos. Este nuevo sistema, ideado gracias a una investigación desarrollada en el centro donostiarra, permite diagnosticar y analizar diversas enfermedades a través de un teléfono móvil con una sola gota de sangre y en cinco minutos.

Todas estas iniciativas están ahí, son realidades de esas que la sociedad suele pedir a los centros de investigación, pero que tardan años antes de tomar forma. «A largo plazo no se puede hablar de proyectos concretos porque trabajamos en determinadas áreas y nos movemos según la actividad que haya en el mundo en cada momento», dice Pitarke. Es de nuevo el equilibrio. «Lo que se ve y lo que no se ve», el bambú del que habla Etxenike.

En los diez grupos de Nanogune se investiga en áreas como las del control remoto de partículas magnéticas para aplicaciones biomédicas, los nuevos materiales bidimensionales que han llegado tras el grafeno, el efecto de la aplicación de fuerzas mecánicas sobre las proteínas, lo que puede llevar a métodos para diagnosticar y curar enfermedades, o en dispositivos que imiten el funcionamiento del cerebro.

Han pasado diez años y Nanogune ha crecido. «Somos los mismos, pero más maduros», dice su director. El centro que empezó como una apuesta ambiciosa pero también arriesgada exporta a todo el mundo investigadores y tecnología. «A mí me parecía entonces que este edificio era inmenso, no creía que en diez años lo íbamos a llenar», confiesa Etxenike. Parece ser que se equivocó. Sus cálculos eran erróneos.

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