Las diez noticias clave de la jornada

Entre Bolonia y Florencia, siguiendo la calzada romana que atraviesa los Apeninos, nos encontramos con un escarabajo atareado. Movía las antenas, palpaba una bolita de mierda de herbívoro, se alzaba y apoyaba sobre ella las patas delanteras. Redondeó un poco más la bola, tan esférica, ... tan negra, tan apetitosa, y la siguió empujando hacia su galería subterránea, donde formaría una montañita nutritiva en la que la hembra depositaría los huevos. Orgánico, biológico, sostenible, renovable, pero no kilómetro cero: el escarabajo debía reunir, y acarrear la mierda. Para eso amasaba la bola, para transportarla con el menor esfuerzo posible. Es una tradición antigua: los escarabajos amasan la mierda en bolitas desde 1744, desde que leyeron a Pierre-Louis Moreau de Maupertuis, filósofo, astrónomo y matemático, en su tratado 'Accord de différentes loix de la nature qui avoient jusqu'ici paru incompatibles'. Maupertuis definió el principio físico de la acción mínima: la naturaleza es económica en todas sus acciones. Los escarabajos asintieron, entusiasmados, y comprobaron que no hay manera más económica de transportar excremento que haciéndolo bolita.

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Para un etrusco, para un romano, para nosotros, no hay manera más económica de cruzar los Apeninos a pie que por esta ruta. En realidad, nosotros no contamos. Los turistas somos una degeneración de los escarabajos, somos antieconómicos, caprichosos, la única especie que cruza los Apeninos sin verdadera necesidad.

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