El dolor es una sensación desagradable a resultas de un daño físico o emocional. De hecho, más allá de las áreas cerebrales que median la sensibilidad, en el dolor se activan redes neuronales involucradas en las emociones (amígdala, ínsula, sustancia gris periacueductal que explican la ... presencia de llanto, tristeza, malestar, náuseas o taquicardia tras una pérdida afectiva o un fracaso) y en la cognición (corteza cingulada anterior que explica el dolor empático en nuestro pie cuando vemos que alguien pisa un clavo). Recientemente un equipo de investigadores encontró un grupo de células en la amígdala que funciona como un interruptor que 'enciende' y 'apaga' la aversión al dolor. Sugieren que su desactivación podría aplacarlo, un paso más en la lucha contra el sufrimiento.

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El dolor físico y emocional tiene su asiento en el cerebro. Alerta de que algo no va bien en el organismo

El dolor es una bendición y una faena: Nos alerta de que algo no va bien en el organismo y nos insta a poner remedio, pero es muy desagradable. En conjunto, el dolor es de gran valor y por eso sigue entre nosotros tras millones de años de evolución. Sin embargo, cuando se hace crónico pierde todas sus ventajas evolutivas y se convierte en un suplicio, ejemplificado en la epidemia de adicción a analgésicos opioides. Se han identificado variantes genéticas que predisponen a sentir el dolor con mayor intensidad.

Una de ellas afecta a un gen neandertal. El paleoantropólogo S Paabo (apuesta segura para un futuro Nobel) analizó el genoma muy bien conservado de 3 neandertales a partir de ADN hallado en cuevas de Croacia y Rusia. Identificó una mutación en el gen SCN9A que era muy común en los neandertales y es muy rara en humanos (se encuentra en el 0.4% del medio millón de muestras genéticas contenidas en el Biobanco británico). Estas personas padecen algún tipo de dolor. La mutación altera la estructura y la función de una proteína que regula la intensidad de la transmisión del estímulo doloroso desde el nervio hasta el cerebro a través de la médula espinal. Por el contrario, Jo Cameron es insensible al dolor. Ha sufrido frecuentes quemaduras y golpes y cuando se opera no necesita analgésicos. Jo porta dos mutaciones en el gen FAAH que hacen que su cerebro tenga concentraciones muy elevadas de cannabinoides. Además, este gen es vital en el procesamiento de la memoria y el estado de ánimo. De hecho, Jo no conoce el miedo ni la ansiedad y afirma sentirse «ridículamente feliz». Jo también come alimentos ultrapicantes sin notar ninguna sensación desagradable. Ni picor, ni calor, ni dolor. Y es que es posible que el picor, la quemazón, el dolor o la presión en la piel que supone una caricia, una herida o un traumatismo estén mediados por mecanismos comunes. Esta idea ha merecido el Premio Nobel en Medicina de este año. Los galardonados han desvelado los genes y las proteínas que inician la percepción de la temperatura y la presión en la piel y en otras partes del cuerpo. Estos genes están implicados también en el dolor, el calor, el frío, el picor, la presión sanguínea y la sensación de tener llena la vejiga. Explican el efecto calmante de la presión y de la capsaicina, molécula responsable del picor de las guindillas. Son canales que abren o cierran el paso a diferentes moléculas que determinan la actividad neuronal…y abren una nueva puerta a la ciencia y a las terapias analgésicas: las sustancias químicas y las fuerzas mecánicas están íntimamente unidas en la experiencia sensitiva.

El dolor crónico es un suplicio. Hay variantes genéticas que predisponen a sentirlo con más intensida

«La felicidad es la ausencia de dolor». Esta sentencia que tiene más de un padre, alcanza su máxima expresión en la filosofía epícurea. La escuela de pensamiento de este filósofo ateniense del siglo IV AC se centró en la búsqueda del placer, la racionalidad y la honestidad. Para Epicuro todo el universo (incluidos los seres humanos) está constituido por átomos en un constante proceso de creación y destrucción por lo que nada es para siempre. Así, la muerte es vista y vivida como el final natural de la vida, una vida cuyo objetivo debe de ser la búsqueda del placer y la felicidad. Y en esta vida, el dolor que ni alerta ni informa, sobra.

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