

Secciones
Servicios
Destacamos
'Cariño, he pensado que a la niña le podríamos poner primero el apellido materno, que me gusta más'. 'Ah, pues no me lo había planteado pero si te parece a ti, adelante'.
Algo así fue la conversación hace 15 años entre Gonzalo e Idoia durante la gestación de su primera hija, Araitz. La sugerencia no fue de la madre, sino del padre, que prefería «la sonoridad» de Muniain que la del Tofiño que recibió de sus padres. «Por algo tan simple como eso, ahora somos la familia Muniain Tofiño», explica con sorna Idoia.
El debate que siguió a aquella propuesta de Gonzalo a Idoia debió de durar unos segundos. «Nunca me había parado a pensar en ello y si no lo llega a plantear él, habríamos puesto primero su apellido. La verdad es que a mí también me gusta más mi apellido», ríe. Sin embargo, exponer la cuestión a los padres no fue ninguna broma. «A ellos les costó algo más asimilarlo, ya que por tradición, siempre se ponía el apellido del padre. Les explicamos que no suponía ninguna renuncia a la familia ni a los apellidos. Y ahora han visto que es algo sin tanta importancia».
Como Gonzalo es catalán y ambos se conocieron y vivían en Barcelona -donde él se sacó el título EGA de euskera-, «alguien pudo pensar que lo hacíamos porque un apellido vasco podía tener mejor entrada en Cataluña que un asturiano, pero no fue nuestro motivo». Y es que son variadas las razones que pueden llevar a una familia a anteponer una nomenclatura u otra: el origen, la grafía, la pronunciación, el riesgo de que se pudiera 'perder' por falta de descendencia... En el caso de Idoia, la posibilidad de no dar continuidad a la saga Muniain era limitada porque ella tiene tres hermanos, los tres varones. Y por parte de Gonzalo Tofiño «tiene otro hermano y varios primos. Casualidad, ninguno ha tenido descendencia pero en su momento no podíamos saber que resultaría así. Por la misma razón, también se habrá perdido el apellido de muchas mujeres».
Idoia recuerda que «la sociedad está avanzando, y el hecho de poder elegir un apellido u otro es una parte más de la lucha por la igualdad». Incluso, es una opción de la que carecen muchos países del mundo, en los que la mujer adopta el apellido del hombre en el instante en que se casan. «Eso es más injusto», opina Idoia, que recuerda que «poco a poco más mujeres optan por conservar su apellido». En algunos estados, los cónyuges pueden unir sus respectivos apellidos con un guion.
Hace 15 años, cuando Gonzalo fue a inscribir a su hija Araitz en el Registro Civil, debió llevar una autorización firmada de su mujer, un requisito ya desaparecido. La ley, eso sí, establece que todos los hermanos deben apellidarse como la primogénita. Tras Araitz, ya en Donostia nacieron Arnau (13 años) e Irune (11).
A los tres les tramitaron el DNI a la vez «sin problema». Pero cuando fueron a renovarlo, «se dieron cuenta en comisaría que figuraba que eran hijos de Gonzalo e Idoia en lugar de Idoia y Gonzalo, por lo que no concordaban nuestros nombres y apellidos. Debimos volver otro día con el libro de familia, mandaron la documentación a Madrid y luego pudimos hacer el DNI», explica Idoia, que alguna vez ha recibido cartas a nombre de Idoia Tofiño. «Se ve que en algún sitio ven los apellidos de los hijos, y piensan que me apellido así», confiesa Idoia, que sí ha ganado una batalla más importante que la del apellido: aunque Gonzalo y Arnau son culés, los cinco son socios de la Real Sociedad.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.