Los ucranianos viven en un país tan abierto a los vendavales y tan barrido por invasiones, bombardeos, hambrunas planificadas y catástrofes nucleares, que fueron excavando alucinantes construcciones subterráneas para agazaparse y sobrevivir. Después de Balaklava, en Odesa bajé a la red de túneles que serpentea ... desde el puerto y los sótanos de las casas hasta decenas de kilómetros tierra adentro. Los cosacos empezaron a extraer piedra caliza, los rusos profundizaron las canteras para construir una gran ciudad a orillas del mar Negro, los contrabandistas alargaron madrigueras para sacar las mercancías del puerto al interior.

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Los espeleólogos han cartografiado 1.700 kilómetros de galerías, un laberinto en el que vivieron trece grupos de la resistencia soviética durante la ocupación nazi. Un guía me bajó hasta una de las bases partisanas: cavidades que funcionaron como dormitorios, cocinas, oficinas, hospitales, galerías de tiro, ahora adornadas con banderas rojas, cartelería soviética, ramos de flores, bombas, rifles, caricaturas de Hitler, una pintada en castellano (¡Sangre por sangre, muerte por muerte¡) y un saludo manuscrito de Fidel Castro en su visita en 1981. En este laberinto desaparecen buscadores de tesoros, aquí cerca encontraron el cuerpo momificado de una adolescente que hace años bajó a hacer botellón con sus amigos y se perdió. Si visitan las catacumbas de Odesa les conviene ser simpáticos con el guía y no pagarle hasta regresar a la superficie.

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