Hola, que tal?, me escribe alguien que no conozco, que no aparece en mi agenda de teléfonos. No respondo. ¿Cómo va el sábado?, insiste simpáticamente. A ver, tío, porque ya veo que es un hombre, olvídame. Lo corroboro con su foto, la de un apuesto ... moreno treintañero con bata de médico y estetoscopio en el cuello. He visto ese cebo, el del fotogénico estetoscopio, en Facebook o en individuos que deciden seguirte en instagram por misteriosas razones. Bloqueado, bloqueado y bloqueado.
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Hemos aprendido a desconfiar de llamadas de números desconocidos desde Sudáfrica o Huelva (si no tienes primos onubenses), de mails de príncipes nigerianos en apuros y de vendemotos de ofertas varias.
Por desconfiar, hasta desconfío de los que te dicen que ellos no son «de dulce sino más de salado» y siempre se hacen con una cucharilla para probar tu torrija.
Son aterradoras las respuestas que ha generado la pregunta de un entrevistador, dirigida a mujeres: ¿preferirías estar sola en el bosque con un hombre desconocido o con un oso? Se organiza un enorme debate en redes sociales. Siete de las ocho entrevistadas prefirieron al oso. Entre el cabreo de muchos hombres, el tema se convirtió en una valiosa discusión sobre la violencia. Los comentarios son dolorosos. «Sabes qué esperar de un oso y, si me atacara, la gente me creería». La respuesta fue mayoritariamente a favor del oso cuando se preguntó a padres (hombres) de chicas jóvenes. Por si acaso, no vayáis al bosque.
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